Expuestas a las inclemencias meteorológicas, las más de cien esculturas también se arriesgan a sufrir lesiones más o menos intencionadas
Expuestas a las inclemencias meteorológicas, las más de cien esculturas con las que Pamplona adorna sus calles y plazas también se arriesgan a sufrir lesiones más o menos intencionadas. La última, la ocasionada en un toro del monumento del encierro de la avenida de Roncesvalles, al que algún torero, sin duda noctámbulo, logró cortar el rabo pese a realizar una mediocre faena. El morlaco, situado a la cabeza de la manada, amaneció hace varias semanas sin su apéndice.
El mismo día un ciudadano se acercó hasta la oficina de objetos perdidos que la Policía Municipal tiene en la calle Monasterio de Irache y depositó el rabo de bronce y de no menos de 20 kilos de peso.
En el Ayuntamiento de Pamplona, el concejal de Conservación Urbana, Ignacio Polo, está convencido de que la rotura del rabo del toro no se ha debido a un acto vandálico propiamente dicho. "Pensamos que quien lo rompió no tenía intención de hacerlo, sino simplemente que se partió por efecto de la fuerza porque, además, la rotura coincide con el punto en donde estaba soldada la pieza en origen", aseguraba.
Una mano en la tómbola
Si ayer se reponía el apéndice al toro, unos días después de San Fermín los restauradores de La Catedral. Servicios para el Patrimonio, tuvieron que hacer otro reimplante, esta vez a una de las esculturas del paseo de Sarasate. En plenas fiestas un ciudadano había dejado en las instalaciones de la tómbola de Cáritas, en el mismo paseo, la mano de uno de los reyes que flanquean el andén central y que previamente se había encontrado en el suelo.
En este caso la intención de quien amputó la figura parecía más clara porque no es habitual, como en el monumento del encierro, que la gente se suba a lo alto de estas esculturas.
Aunque estas dos roturas han sido las más recientes, otras esculturas de Pamplona han sufrido también otros daños de consideración. Las constantes agresiones que sufría la figura de Neptuno Niño, en lo alto de la fuente de la plaza del Consejo, (la última en 2006 cuando le arrancaron la mano, parte del brazo y el tridente) llevó al Consistorio a restaurar la figura y a reforzarla al máximo.
Menos éxito tuvo el Ayuntamiento con la escultura del doctor Arazuri, en el paseo que lleva su nombre. Las gafas del reconocido historiador de Pamplona desaparecieron a los tres días de inaugurarse, en 2003. Un segundo par colocado tres meses después apenas aguantó otros tres días y el Consistorio se rindió.
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A la escultura de Arazuri le robaron las gafas en dos ocasiones. J.SESMA
A Neptuno Niño le han arrancado varias veces el tridente y la mano. DN
A esta figura le rompieron la mano en los pasados Sanfermines. J. SESMA
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