Las estancias en las sierra que los carboneros recordaban ayer, un periodo de trabajo que comenzaba en torno a marzo y se prolongaba hasta finales de agosto, les obligaban a protegerse de la intemperie. Lo hacían en chozas como la que estos días han reconstruido en Viloria Celestino Asarta Remiro, antiguo carbonero de 74 años, y su cuñado Luis Fernández Imaz. Instalada junto a la parroquia de San Andrés, fue uno de los puntos de interés de la mañana y quien se asomó a su interior lo hizo a las largas noches del carbonero en el monte. Celestino Asarta explicaba que para el gallur, o palo que la sujetaba, se cortaba el mejor roble, el más fuerte sobre el que se asentaba después el cobijo. Dentro, una cama con helechos, mantas y la almohada. "La levantábamos en el sitio más céntrico para tenerla a mano. Nunca había que orientar la puerta al norte, siempre hacia el sur, para evitar lo peor del mal tiempo. Y es que era nuestro único techo cuando pasábamos semanas sin bajar al pueblo salvo para comprar pan", contaba.
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