Desde 1975, los ataques del "ora" -como denominan los locales al animal de aspecto prehistórico- se han saldado con apenas cuatro fallecidos
La progresiva colonización humana de los dominios históricos del dragón de Komodo, mortalmente venenoso pero en peligro de extinción ha lanzado al lagarto más grande del mundo a defender a dentelladas su menguante hábitat en Indonesia.
Aunque los ataques del reptil de hasta tres metros de largo son relativamente escasos en las islas de Rinca y Komodo, uno de cada tres resulta mortal y son cada vez más frecuentes desde hace unos meses.
La última víctima mortal se produjo el pasado mes de marzo, cuando Muhamad Anwar, un vecino de 32 años de Kampung Komodo, la mayor aldea de la isla homónima, fue mordido varias veces por dos dragones (varanus komodoensis) mientras recogía frutas.
Desde 1975, los ataques del "ora" -como denominan los locales al animal de aspecto prehistórico- se han saldado con apenas cuatro fallecidos, pero la mitad de los asaltos se han producido los dos últimos años en este parque natural, declarado Patrimonio Natural Mundial y Reserva de la Biosfera por la UNESCO.
Marcus Matthews-Sawyer, director de comunicación de Putri Naga Komodo (PNK), la empresa gestora del parque, aseguró a Efe que están preocupados por estos sucesos y están tomando medidas para que no se repitan, aunque subrayó que los ataques siguen siendo "raros".
Según la compañía impulsada por el grupo ecologista The Nature Conservancy y financiada por el Banco Mundial, el incremento en los ataques se debe al "crecimiento explosivo" de la población de las tres aldeas ubicadas dentro de sus límites.
"En los últimos 13 años, la población de Kampung Komodo se ha duplicado", apuntó Marcus Matthews-Sawyer, quien explicó que el hombre está invadiendo el territorio del "ora", transformando su hábitat tradicional y abatiendo sus presas.
La mayoría de los nuevos habitantes son inmigrantes de islas vecinas, algo en teoría prohibido pero difícil de controlar.
Abandonaron sus lugares de origen tras esquilmar sus caladeros tradicionales de pescado por faenar con dinamita, y en Komodo ven una nueva fuente apenas explotada para la pesca.
"Esta tendencia de una población creciente y dependiente de unas prácticas de explotación de recursos destructiva y no sostenible sólo puede llevar a más dificultades para la gente del parque", dijo el responsable del PNK.
El Parque Nacional de Komodo se sitúa en la Wallacea, un enclave natural único en el que confluyen especies asiáticas y australianas y acoge a unas 1.500 especies de animales y más de 250 de plantas, muchas de ellos endémicas.
De entre toda esta fauna y flora destaca el "ora", del que se estima que quedan algo más de 2.500 ejemplares, pero en la región también se hallan raros tipos de delfines, manatíes, tortugas y ballenas.
El repunte del conflicto entre el animal y el hombre que se vive en Komodo no es una excepción dentro de las 50 reservas naturales de Indonesia, que presume de la mayor cantidad de biodiversidad marina del planeta y la segunda mayor terrestre.
Los asentamientos ilegales en estas áreas protegidas y la explotación de sus recursos (tala ilegal, transformación de uso y tráfico de especies) se ha acelerado en la última década, con la descentralización política del vasto archipiélago.
Por ejemplo, esa destrucción del hábitat es la causa de cada vez más frecuentes ataques de elefantes y tigres en Sumatra.
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Dos dragones de Komodo en el parque nacional del mismo nombre, situado al sur de Indonesia, declarado Patrimonio Natural Mundial y Reserva de la Biosfera por la UNESCO. La progresiva colonización humana de los dominios históricos del dragón de Komodo, mortalmente venenoso pero en peligro de extinción, ha lanzado al lagarto más grande del mundo a defender a dentelladas su menguante hábitat en Indonesia.
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