HUMILDAD, PROVIDENCIA, CONVICCIÓN, JUSTICIA Y FE SON UNAS CONSTANTES EN EL DISCURSO Y EN LA VIDA DE VICENTE FERRER, UN HOMBRE DE ACCIÓN SUSTENTADA EN EL COMPROMISO CON LOS DEMÁS
LA mirada de Vicente Ferrer es inquieta y tan pícara como la de un niño que planea su próxima travesura. Acabamos de conocerle en su modesta oficina de Anantapur, la región más pobre de la India. Es 18 de febrero de 2009, justo un mes antes de que sufriera una embolia. El father Ferrer, como le conocen todos, tiene 89 años pero cualquier asunto importante sigue pasando por sus manos.
Cuando el jesuita Vicente Ferrer llegó en 1952 a la India su maleta sólo contenía dos mudas, una camisa, un pantalón y una Biblia. Con ese equipaje, y su firme convicción en ayudar a los demás, ha conseguido mejorar la vida de 2,5 millones de personas, cuatro veces la población de Navarra. Conocer a alguien así inspira respeto, inquietud e incluso cierto temor.
-¿Desde dónde venís?
-De Navarra
-¡Navarra que bonita tierra!
La personalidad de Vicente Ferrer, un hombre de acción, engancha desde el principio. Sencillo, cercano, y sobre todo humilde, transmite optimismo e irradia vitalidad. En su convincente discurso intercala constantemente bromas hasta que mezcla reflexiones que dan sentido a toda una vida. Javi, el cooperante catalán de 20 años que nos lo presentó, contaba que después de hablar con él se quedó varios días pensando: "Me explicó que la vida tiene tres partes. Hasta los 25, de los 26 a los 55, y de los 56 en adelante, donde el hombre vive de lo que ha hecho. Me preguntó qué había hecho hasta ahora con mi vida?".
En el encuentro que mantuvimos relató la última teoría en la que estaba trabajando: "Su nombre es Llamas vivas. Vosotros sois llamas vivas. Todos tenemos fuego en nuestro corazón, y esas llaman iluminan a los demás. Vuestras acciones diarias tienen que iluminar al resto de personas en Navarra. Dios ayuda a los malos porque son más que los buenos. Tenemos que ser más que los malos", dice. La conversación se ve interrumpida al entrar una joven cooperante de unos 24 años que acude para recordarle que dentro de medio mes debe regresar a España.
-¿Por qué te vas?-pregunta Vicente Ferrer cogiéndole por el brazo y sonriéndole.
-Se me acaba el curso de cooperación.
-Erika, llama a la policía. Diles que se quiere ir-, bromea. -Quédate mujer, que ya te montaremos otro curso. ¿Qué haremos ahora sin ti? Erika, apúntala en la agenda para avisarle en cuanto hagamos otro curso.
En el diálogo y en la biografía de Vicente Ferrer, providencia, justicia, fe y milagros son una constante: "¿Qué de dónde he sacado fuerzas? Es una cuestión de justicia. Todo esto es de los intocables (la casta más baja de La India), se lo robaron durante generaciones Ahora les estamos devolviendo una parte de lo que les corresponde".
Son las 19.30 horas. Vicente se levanta de su silla, nos coge del brazo y empieza a caminar con pasos frágiles hacia su humilde casa. Levanta la mano, alza su voz y se despide con un último mensaje: "Sed llamas vivas".
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