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Un regreso plagado de imprevistos y mala suerte

Actualizada Jueves, 11 de junio de 2009 - 03:59 h.
  • J.J. IMBULUZQUETA. PAMPLONA

"La expedición no acaba hasta que abres la puerta de casa y entras. Eso lo tengo más claro ahora que nunca", reconoce Patxi Goñi, antes de explicar lo que, para él y sus compañeros de la expedición Pamplona 2016, se convirtió en un atípico regreso -marcado por la angustia primero y por los imprevistos después- a la civilización.

Después de darse la vuelta Goñi y Koke Lasa el 18 de mayo a 8.450m., Alberto Zerain y Miguel Fernández colaboraron activamente en el rescate de Edurne Pasaban. De hecho, Fernández renunció a la cima por ayudarla mientras que Zerain tuvo que realizar el ascenso nocturno, lo que le provocó congelaciones.

El 19 de mayo todo el grupo del navarro llegó de vuelta al Base. "Al día siguiente, comenzaron a aflorar los problemas de congelaciones de mis compañeros. Yo era el único que no tenía nada y me tocó hacer de enfermera-reconoce, entre risas, el navarro-. Pero, además, pronto nos dimos cuenta de que Koke Lasa tenía un problema más grave. Sufría un edema y la situación se convirtió en extrema".

Mientras sus compañeros medicaban a Lasa y le mantenían vivo en una cámara hiperbárica portátil de Óscar Cadiach. "No sé ni las horas que pasé dándole a un pedal para meter presión a esa cámara", recuerda ahora Goñi, aunque en aquel momento reconoce que "sufrió de lo lindo". "Koke se nos moría y no podíamos hacer nada, no había manera de salir de allí y estábamos agotados", afirma. Y es que, aunque solicitaron un helicóptero y el resto de expediciones se fueron antes en distintos aparatos, el suyo no llegaba. Para colmo, un ciclón asoló el Base. "No podíamos ni salir de las tiendas", apunta Goñi.

Pero cuando ya la situación era crítica, el 27 de mayo llegó el aparato y Lasa fue evacuado. "Saber que Koke estaba con los médicos, que se había salvado, fue el descanso más grande que he tenido en mi vida. Parecía que lo peor ya había pasado, pero no fue así".

El resto del grupo comenzó la marcha a pie hasta Suketar, donde iban a coger una avioneta para ir a Katmandú. Llegaron tras cinco días de viaje (de 10 a 12 horas de caminata diaria) pero tuvieron la sorpresa de ver que los vuelos se habían suspendido por el monzón. Así, no tuvieron otra que alquilar un coche para, en 25 horas de viaje, ir a Byratnagar. "Ése viaje fue como una broma de cámara oculta. Al final ya nos reíamos de todo, era desesperante. Se averió la caja de cambios, perdía líquido de frenos, se soltaron las ballestas y hasta se partió un palier... Al final llegamos y volamos a Katmandú pero, claro, para entonces ya habíamos perdido nuestro vuelo y tuvimos que comprar otros billetes. Realmente nos costó mucho más trabajo la vuelta, que todo lo que hicimos en la montaña", decía Goñi.

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