Será la sexta final del Barça en la Copa de Europa, y los azulgrana pueden ganar el primer "triplete" de su historia
Andrés Iniesta, la estrella más callada y humilde del universo, subió en peldaño más en la escalada que puede guiarle hasta "Balón de Oro". Así, con mayúsculas. Moría el Barça en la orilla de Stamford Bridge, incapaz de probar en todo el partido a Cech, preso de la ansiedad, de una volea colosal de Essien y del brutal entramado defensivo del Chelsea, pero apareció el manchego para ejecutar a los londinenses con un derechazo extraordinario cuando ya nadie se lo imaginaba.
El tímido niño de Fuentealbilla se convertía en un "matador". Cosas del destino, del loco, maravilloso y cruel mundo del fútbol que en un suspiro te traslada de la gloria al infierno. Sin tránsito.
Premio a la paciencia y a la fe
Un premio a la paciencia azulgrana, a su ideario futbolístico, y un castigo brutal a un equipo de Hiddink que ciertamente pudo golear, que se puede quejar y con razón de un árbitro noruego pasado de peso que le escamoteó dos penaltis por manos claras de Piqué y Eto"o, pero que acabó preso de su mezquindad. Intentó sacar provecho máximo de los detalles, de los desajustes del rival y de su tremendo poderío físico, pero se retrató cuando, con 1-0 y el Barça en inferioridad por la expulsión de Abidal, Hiddink retiró a Drogbá para cerrar todavía más su trinchera defensiva con Belletti.
United-Barça, la mejor final
Por más que los resultados manden y que el Barça sufriera cortocircuitado por los "bleus", un equipo que propone algo así en semifinales es indigno de alcanzar un posible título de campeón de Europa. La final entre el Manchester United y el Barça es la mejor posible, la que en verdad mide a los dos mejores equipos del viejo continente, la que los aficionados imparciales que aman este deporte deseaban desde hace tiempo. Con suerte, con favores arbitrales y con lo que se quiera, la realidad dice que este Barça es el único capaz de discutir la hegemonía inglesa. Su sufrimiento en la eliminatoria evidencia la endeblez de la Liga.
Con denominación de origen
Definitivamente, es el año del Barça, del posible triplete. Está de dulce. En su peor día de la temporada, incluso con el planteamiento más discutible de Guardiola y muy mermado por las bajas de Puyol, Márquez y sobre todo Henry, tuvo la enorme virtud de seguir fiel a su filosofía hasta que se encontró con ese pase final de Messi que el emperador de Fuentealbilla, de Cataluña, de la España futbolera que no entiende de odios ni rencores, transformó en un gol inolvidable. Un rey manchego con denominación de origen.
Cuatro días después de endosarle un set al Real Madrid con un fútbol galáctico, el Barça ganó otra final. Pero forma épica. Lo de Iniesta deja aquel gol milagroso de Bakero en Kaiserslautern, en los octavos de final de la Copa de Europa de 1992, casi en anécdota. El chupinazo decisivo llegó cuando el Barça moría de mala manera, incapaz de hacer un gol en toda la semifinal. Dominaba, tocaba y tocaba, pero jamás una posesión resultaba tan estéril.
Salvo Iniesta, el Barça actuó muy por debajo de su nivel. La polémica, los penaltis en área azulgrana, quedan la polémica. El gol de Iniesta, pasa la historia.
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El gol de Iniesta desató la explosión de euforia blaugrana. En la imagen Busquets, Henry, Piqué, Pinto y Xavi. AFP
Iniesta celebra su gol postrero.
Pep Guardiola y Lionel Messi celebran el pase a la final. REUTERS
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