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JAVIER ARNALDO CONSERVADOR DEL MUSEO THYSSEN-BORNEMISZA

"Los museos pueden tener un papel activo en la nueva nutrición de la sociedad"

El doctor en arte ofreció ayer una conferencia en la UN sobre la Gran Guerra y las Vanguardias

Actualizada Jueves, 7 de mayo de 2009 - 04:00 h.
  • ION STEGMEIER . PAMPLONA .

¡1914!, así, con signos de exclamación, se llamaba la exposición con la que el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid entró en 2009, año sin signos de ningún tipo (al menos todavía). La Vanguardia y la Gran Guerra centraron el discurso de aquella muestra y, también, la conferencia que su conservador jefe, Javier Arnaldo, impartió ayer en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Navarra.

Arnaldo es doctor en Historia del Arte, profesor titular en la Complutense y autor de numerosos libros.

La Primera Guerra Mundial, un momento que influyó en el arte casi como ningún otro, ¿no?

El tema de la conferencia era la comunidad entre las vanguardias históricas, el arte joven de los años 10, y el acontecimiento político y social más importante de la primera mitad del siglo XX, el estallido de la Primera Guerra Mundial. Vanguardias históricas y Primera Guerra Mundial comparten el mismo tejido histórico.

¿Compartían la misma agitación intelectual?

Sí. Podríamos decir que el trabajo artístico de las vanguardias -expresionismo, cubismo, futurismo, etcétera- trabajan con planteamientos que coinciden con las problemáticas que pueden observarse en otros ámbitos de la vida y que dan pie al estallido de la Primera Guerra Mundial.

¿Por ejemplo?

Esa autoatribución que se hace el artista de ver por delante, de anticipar el futuro, esa autoproclamación del artista como profeta le inclina también a una combinación de pensamientos que básicamente consiste en la condenación del presente, llama al finiquito de cultura actual, de una sociedad gangrenada, y vislumbra un horizonte futuro. Esa mecánica de pensamiento coincide con una obsesión rupturista de la sociedad de entonces y les lleva a abrazar el estallido de la guerra.

¿Esa misión profética se ha perdido en el artista actual?

Indudablemente el proyecto de vanguardia es un proyecto que se lanza a su tragedia al abrazar la Primera Guerra Mundial. Los artistas protagonistas de aquel momento, tipo Umberto Boccioni o Franz Mark, murieron en la guerra. Hay una ausencia de continuidad física. Y la experiencia de la gran guerra también supone un revés importantísimo para los artistas que llevan a una transformación. Desde entonces ha pasado mucho tiempo e indudablemente los planteamientos del arte actual aunque puedan tener un origen remoto responden a otros parámetros.

¿El artista ya no está tan ideologizado?

Desde el punto de vista político la implicación de los artistas en ese entorno de 1914 no es tan clara. Hay grandes vaivenes. Pasamos de un internacionalismo exacerbado en torno a 1912-13, cuando se produce la gran eclosión del arte moderno, a un nacionalismo muy marcado, un chauvinismo que subrayan una y otra vez, y que da pie a un enfrentamiento.

Dando un salto y en una situación que no tiene nada que ver, ¿cómo afecta la crisis económica actual al mundo del arte?

Toda crisis económica tiene una parte dramática, pero también hace más consciente a la persona del atractivo, de la austeridad, de la concentración y de los valores perennes. Con la crisis hay menos personas que visitan los museos, pero sabemos que invita a nuevos públicos a ocuparse de la cultura y muy probablemente a hacerlo con mayor calidad. Interesa no sólo las visitas por su número sino también por su calidad, y estamos en disposición de profundizar en esos valores.

¿Puede ser la cultura una nueva fuente de riqueza e incluso ayudar a superar la crisis?

Me parece indudable que todo lo que tiene que ver con la formación, con las habilidades de las personas para transformar intuiciones en ideas y llevar las ideas a las ejecuciones de proyectos, que es al fin y al cabo lo que tiene que ver con nuestra cultura, es el primer generador de riqueza y es el primer factor que puede hacernos remontar una crisis. En ese sentido los museos pueden ser componentes activos para esa nueva nutrición de la sociedad.

Ha sido invitado por la Escuela de Arquitectura. Entre los museos y los arquitectos siempre hay un debate. Este domingo Vargas Llosa criticaba en la prensa los museos vacíos, donde el continente es la atracción.

Los museos son eminentemente colecciones de arte, pero son colecciones que han de conservarse y divulgarse. Hay que facilitar la comunicación de las colecciones, interpretarlas, y que el museo sirva como nutriente de la sociedad. Y, por supuesto, para cumplir esas funciones necesita un edificio que albergue las colecciones y haga lo más cómoda posible esa comunicación. Las opiniones de Vargas Llosa estaban muy bien argumentadas. Al fin y al cabo el museo cuanto más transparente es más imperceptible, los protagonistas han de ser los cuadros, no tanto el continente.

¿Y cómo es la convivencia en el Paseo del Prado entre los grandes museos? ¿No puede llegar a saturar tanta oferta?

Cuando acudimos a ciudades que tienen grandes colecciones elegimos. Eso ocurre cuando uno va a París, a Roma o a tantas ciudades. En el caso de Madrid efectivamente hay una concentración de museos en torno al Paseo del Prado muy destacable. En conjunto la oferta museológica de Madrid es enorme si sumamos también el Palacio Real, la Fundación Lázaro Galdiano y otros. La convivencia entre los diversos museos yo creo que no sólo es buena sino que debe ser buena. Cuanto más luce el Reina Sofía más luce el museo Thyssen.

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Javier Arnaldo, ayer por la manañan, en la conferencia que impartió en la Universidad de Navarra. NOEMÍ LARUMBE


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