La táctica de Guardiola de situar a Messi en el centro rompió al Madrid, de nuevo empequeñecido en un duelo de altura
La realidad se impuso al deseo. El prodigioso fútbol del Barça destrozó el espíritu del Madrid en el Bernabéu y cercenó cualquier sueño de remontada. La Liga quedó sentenciada tras un histórico 2-6 que elevó a los catalanes al cénit y dejó a los madrileños en pañales, rendidos a la evidencia de un "ser" superior. Justicia deportiva... y poética. Este equipo forjado por Guardiola es la mejor antología posible del fútbol.
Sólo le falta contundencia defensiva para resultar demoledor, invencible.
Llegados el día D y la hora H, el Barça fue una trituradora. Seguro de sí mismo, cogió el balón y minimizó a todos sus rivales. Ni siquiera acusó el golpe inicial de Higuaín, en una jugada aislada que encendió a un Bernabéu que se acabó semidesierto y con una sonora ovación a Iniesta cuando se retiraba. Mientras, centenares de hinchas culés gritaban el ya clásico ¡eo, eo, eo, esto es un chorreo!. El Madrid de Juande había completado una vuelta sin tacha en los resultados, que no en el juego, pero sucumbió en cuanto tuvo un adversario de verdad enfrente. Igual que le ocurrió con el Liverpool. La calidad, el toque del Barça, le puso en su sitio.
¡Hasta el final! Una pancarta con este lema sobre el escudo merengue animaba en los prolegómenos a la gesta, a la heroicidad. Por la megafonía se anunciaba que no se trataba sólo de un partido sino de que los madridistas, orgullosos, se levantaran contra la tropa de Guardiola, el Napoleón azulgrana. Los deleznables gritos racistas contra Eto"o rompían el particular guión de la batalla. Pero nada ni nadie podían resistir esta vez el vendaval de fútbol del Barcelona, que desplegó su estrategia a su antojo y se llevó el duelo sin derramar sangre.
Promesas rotas
Prometió Raúl que su Madrid saldría a morder, a presionar al Barça muy arriba, a meterle el miedo. Imposible. Desde el arranque, la iniciativa fue del Barcelona, que sí cumplió las premisas de Guardiola. El técnico culé demostró ser un discípulo de Cruyff, pero aventajado. El dream team del holandés brillaba pero a su técnico le solía entrar un ataque pánico cuando pisaba Concha Espina. Cambios de sistema, marcajes al hombre, etc... Pep, en cambio, quería salir de Chamartín con la cabeza bien alta, y vaya si lo consiguió. Salió con todo, sin reservas, dispuesto a reventar la Liga.
Guardiola sólo realizó una pequeña modificación táctica y resultó decisiva. Estudió al rival y llegó a dos conclusiones: sin Pepe, sus centrales son lentos; y cuando Sergio Ramos sube, deja un paraíso por la derecha. Por eso, tiró a Eto"o a la derecha y situó a Messi de falso delantero centro. Se metió el argentino en la zona libre entre los dos pivotes defensivos y los dos centrales, y ahí destrozó al Madrid. Si Lass o Gago le encimaban, Xavi e Iniesta quedaban libres. Y si no, combinaba con Henry para entrar como Pedro por su casa. Con esas trazas, el partido sólo tenía un dueño.
Con un dibujo indefinido, el Madrid lo fiaba todo a las galopadas y quiebros de Robbenl, y a los balones parados, fatal defendidos por los catalanes. De pronto, Touré cayó tras un choque, Ramos centró e Higuaín cabeceó solo. Otro desafío a la lógica. ¿Le entrarían las dudas al Barça? En absoluto. Se puso las pilas y en siete minutos volteó el marcador. Una pared magnífica y una definición del mejor Henry. Y una falta lateral que Puyol remató con sus adversarios mirando.
Carrusel de ocasiones
El Barça bailaba a su eterno rival en todo el campo y las ocasiones se sucedían. Casillas salvaba disparos con marchamo de gol de Messiy Eto"o antes de que Iniesta intentase rizar el rizo y dársela al argentino cuando tenía un disparo franco. Tuvo que llegar un error de Lass para que Messi marcase a placer. El 1-3 con el que se llegó al descanso era incluso corto. Cometió un pequeño error el Barça en la reanudación. Bajó demasiado el ritmo y dio vidilla al Madrid. Una falta dudosa, un centro, un error de la zaga y un testarazo de Ramos. El Bernabéu aún imaginaba otra remontada histórica. Pero los catalanes se desesperezaron y continuaron la fiesta.
Juande se la jugó, introdujo a Huntelaar y Van der Vaart, retiró a Ramos y tiró a Lass al lateral derecho. Fracasó. Las cartas estaban marcadas, sin milagro posible. Henry y Messi volvieron a marcar y el público comenzó a marcharse cabizbajo. Bastante gente pensó que no era cuestión de saludar al campeón, o casi. Ni siquiera vio el golazo de Piqué, un central que se anticipa, corta, toca, sale y llega. Un futbolista total, como este Barça inmenso.
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