Los rojillos se jugaban el ascenso y los onubenses el descenso a Segunda B
Pocos partidos pueden darse con tanta trascendencia como aquel Osasuna-Recreativo (2-1) en el que los rojillos se jugaban el ascenso a Primera tras seis años de travesía por el desierto de la Segunda, y los onubenses el descenso a Segunda B. Los dos equipos necesitaban ganar para lograr el objetivo, pero sólo uno se saldría con la suya.
Un partido de los de vida o muerte que no decepcionó en cuanto a desarrollo y desenlace. El climax máximo llegó a escasos minutos del pitido final en un córner que iba a sacar el Recre y no quería hacerlo, desveló después el colegiado riojano Amilburu Santamaría. Perdía y el empate no servía para nada, pero provocaría una debacle en el viejo El Sadar.
Un digno rival
El Recreativo fue un digno rival, y sobre todo deportivo. Aterrizó en Noain el sábado a las ocho en punto. Nadie hizo declaraciones excepto su entrenador, Julio Fernández Peguero. "Vamos a hacer nuestro partido", repetía escuetamente. Al final del encuentro se excusó, a través de su jefe de prensa, para no comparecer ante los medios. Estaba hundido. Descendían tras rozar la proeza.
Efectivamente, el Recreativo supo plantear el partido, y jugar con los nervios de los rojillos, que no dieron pie con bolo durante la primera parte. Los onubenses se fueron a la caseta con el 0-1 a favor y, sobre todo, una sensación clara de poder llevarse el partido. Mientras los rojillos no llegaron una vez al portal de Diezma, fue José quien adelantó al Recre en el minuto 12.
El Sadar enmudeció. El inmejorable ambiente se derrumbaba. Nadie confiaba en la remontada y Lotina salió de la caseta con dos cambios, dando entrada a Markovic en la derecha y a Trceziak en la punta, junto a Rosado, que abrió la lata forzando un penalti de los suyos, y que situó para siempre a Pablo Orbaiz en la historia de Osasuna. El centrocampista de Elcano no dudó en asumir aquella tremenda responsabilidad.
Tras Orbaiz, Trzeciak
El cielo se abrió. El ascenso recobró ilusiones y, apenas ocho minutos después, se hizo realidad. En el minuto 20 sacó Markovic un córner, lo peinó Mateo en el primer palo y lo remató Miroslav Trzeciak en el segundo. El delirio. "Para mí fue un orgullo", declaraba el polaco al recordar el gol más trascendental de Osasuna de la década.
Quedaba casi media hora de sufrimiento. En realidad, una eternidad. El tiempo no corría, pero mereció la pena la lucha contra el crono. La gloria esperaba con el pitido final.
Desde entonces el Recreativo no será un equipo cualquiera para los osasunistas. Forma parte de su historia. La pena es que este domingo se repite de nuevo aquella historia. O uno, o el otro.
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Arriba: Alfonso, Rosado, Cruchaga, Mateo, Alex y Emilio. Abajo: Yanguas, Iban, Alfredo, Ángel y Orbaiz. DN
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