Barral y Castro, desde la banda izquierda, anotaron los goles asturianos antes de que Nekounam acortara distancias de penalti
Aviso para navegantes: no es oro todo lo que reluce. En uno de los partidos clave de la temporada, Osasuna dio la de arena. El revés debe servir de lección. No hay otra. Después de seis jornadas sin perder, el Sporting hizo terrenal al equipo de Camacho y se llevó con todo merecimiento su premio. Incapaz y sin alma, Osasuna se perdió en la anarquía que ofreció este partido, más favorable para la osadía gijonesa que para sus propios intereses. Ni como equipo ni en individual. Nada pudo sostenerle.
La sucesión de errores se extendió a todos los niveles. Osasuna nunca pudo con la valentía de su rival, sufrió una extraña metamorfosis defensiva y cayó en la trampa del Sporting, que no le permitió hilvanar ni le dio concesiones en las segundas jugadas. Los fallos se hicieron más visibles en la banda derecha, un paseo en carroza para los asturianos. Por ahí llegaron sus dos goles, el segundo para quitarse el sombrero. Justo premio para el descaro de Castro, Morán, Carmelo y Barral, anónimos del fútbol quizá por poco tiempo. Ellos condujeron las contras a placer. Gaditano de la cantera del Madrid, Barral merece capítulo aparte. Estuvo en todos los fregados. Marcó el primero, le anularon otros dos y cometió el penalti. Debió ser expulsado y desquició a Osasuna. La ambición del Sporting no tuvo límites en Pamplona. Ahora se comprende que no empate.
En esa guerra de protestas, prisas y juego parado se perdieron los rojillos, sin sentido en la segunda mitad ni capacidad de intimidar. A ello contribuyeron los cambios desacertados de Camacho. Teniendo defensas en el banco, improvisar con Juanfran de lateral derecho y con Neko de central (Cruchaga se lesionó) para la última media hora no tenía buena pinta. No se mejoraron las prestaciones ofensivas y se agravó esa anarquía por la que discurrió el duelo.
Gran ocasión de Masoud
Nunca se sabrá qué hubiera pasado si Masoud hubiera definido en el mano a mano con Lafuente. Era el minuto 4. Roberto sacó en largo y en dos toques, ocasión de gol. El iraní encaró a Neru, le descosió con un caño y se plantó ante el portero, extraordinario en la salida. Costó carísimo el error ya que instantes después, el Sporting trazó un contragolpe de libro. Carmelo, un futbolista inquieto que se maneja muy bien entre líneas, abrió a la banda izquierda y Barral le pegó conforme le venía. Fue un disparo duro pero centrado y accesible para Roberto. A partir de entonces, ese flanco comenzó a ser un chollo para el Sporting, que no paró de meter el dedo en la herida. Ni Javier Flaño, en su regreso al once, ni Juanfran tuvieron ayer su día.
A Diego Castro le salió después el golazo del partido. Un aplauso para este gallego, hijo del entrenador Fernando Castro Santos. Pero claro, si a un jugador se le deja maniobrar con tanta facilidad y se prepara la pelota como quiere, corres el riesgo de que suceda algo así. El 0-2 fue ya navegar con lastre demasiado pesado.
Osasuna se ofuscó, pero en esa mediocridad apareció un rayo de esperanza. Barral, al que le habían anulado un golazo por falta previa a Miguel Flaño, cometió la torpeza de levantar el brazo en un golpe franco que lanzó Puñal. Medina Cantalejo dudó varias décimas de segundo, pero señaló el punto de cal. Nekounam acortó distancias. Lo de expulsar a Barral era ya otro cantar. A Plasil ya le pasó. El sportinguista debió irse a la calle en esta jugada y minutos después, el árbitro volvió a perdonarle. En este caso era la segunda amarilla por un encontronazo con Roberto. Ese tramo tuvo que ser favorable para Osasuna, que no leyó bien el momento. El Sporting soltó estopa y afiló el cuchillo para que Pandiani, Masoud, Juanfran y Plasil no maniobraran. La dinámica de las protestas y de las precipitaciones no condujo a buen puerto. Lógico.
El panorama no se arregló en la reanudación. Matabuena cazaba todos los balones aéreos y la presión sobre los defensores y organizadores rojillos causó estragos. El Sporting no quiso especular. Quiso más y se anotó un puñado de ocasiones: Carmelo trazó un sombrero sobre Miguel Flaño pero le faltó sacar el fusil ante Roberto; Medina anuló otro gol a Barral que sí fue legal; y Luis Morán, a bocajarro, obligó a lucirse al portero en otra gran llegada.
Osasuna sólo pudo arrimarse con dos estériles lanzamientos exteriores, y desviados, de Monreal y Pandiani. El equipo se fragmentó en todas sus líneas y no reaccionó con los hombres de refresco, salvo con algún chispazo de Delporte, ni con los cambios de posición. Un dato: sólo cuatro de los diez jugadores de campo titulares (M.Flaño, Monreal, Puñal y Pandiani) terminaron el partido en el puesto que comenzaron.
Diariodenavarra.es no se responsabiliza ni comparte necesariamente las ideas o manifestaciones depositadas en las opiniones por sus lectores La discrepancia y la disparidad de puntos de vista serán siempre bienvenidos mientras no ataquen, amenacen o insulten a una persona, empresa, institución o colectivo, revelen información privada de los mismos, incluyan publicidad comercial o autopromoción y contengan obscenidades u otros contenidos de mal gusto.
Diariodenavarra.es se reserva el derecho a decidir las noticias que admiten comentarios de los lectores.
Atención: Tu petición no ha sido procesada correctamente. Comprueba que has rellenado todos los campos obligatorios correctamente y vuelve a intentarlo.
(*) Todas las opiniones que tengan rellenados estos campos pueden aparecer publicadas en el periódico impreso
Míchel se lleva la pelota ante Pandiani y Puñal. JOSÉ CARLOS CORDOVILLA
Pandiani se duele sobre el césped tras una entrada de un jugador del Sporting.
Diego Castro celebra el golazo que marcó en el Reyno de Navarra. Atrás, un desesperado Javad Nekounam. JOSÉ CARLOS CORDOVILLA
© DIARIO DE NAVARRA. Queda prohibida toda reproducción sin permiso escrito de la empresa a los efectos del artículo 32.1, párrafo segundo, de la Ley de Propiedad Intelectual