La cantante de Puente la Reina dijo en varias ocasiones sentirse "como en casa" y sobre todo, "entre amigos"
El público que llenó ayer Baluarte poco tenía que ver con el que el otro día disfrutó de La Bohème en esa misma sala. Y eso que ambos espectáculos entraban dentro de los abonos del auditorio. En esta ocasión fueron los mayores quienes cedieron su asiento a los pequeños de la casa.
Así se pudo ver a un buen número de niños acompañados por algún mayor, grupos de adolescentes, parejas de treinteañeros y también a alguna de las personas abonadas que se acercaron a disfrutar de un concierto tranquilo sentados en sus localidades. Tranquilo es lo que pensaron que iba a ser al celebrarse en la sala principal del Baluarte y comenzó siendo así. Hasta que el ambiente se calentó. Tardó tres canciones en hacerlo.
A las ocho de la tarde, muy puntuales, salieron al escenario los cinco miembros de La oreja de Van Gogh. El público les recibió con una fuerte ovación que dejó entrever que llevaban tiempo esperando verles en concierto. Leire, vestida con un pantalón oscuro, botas de tacón marrones, una camiseta blanca de tirantes y una chupa de cuero comenzó a cantar a capella Más, una de las canciones de su nuevo disco. El público le acompañó con palmas. "Buenas noches, es un gusto estar en casa, porque volver a Pamplona es como estar en casa", dijo antes de comenzar la segunda titulada Sola. Para entonces el público ya comenzaba a revolverse inquieto en sus asientos. La excusa que necesitaban para saltar llegó con la siguiente canción: Muñeca de trapo, de Guapa, el último disco en el que participó Amaia Montero.
Prohibido saltar
Las tres canciones que le siguieron fueron del nuevo disco A las cinco en el Astoria. Inmortal, Jueves y Un cuento sobre el agua fueron coreadas más tímidamente por los asistentes. Aún así los acomodadores llamaron la atención a más de uno para que "mantuviera la compostura". Sin embargo, desistieron pronto de su empeño al ver que cada vez eran más los que habían decidido disfrutar de las canciones de pie y hasta saltando.
Diez alfombras fueron prácticamente el único adorno del escenario. Contrastaban con la moderna estructura formada por siete filas de focos colgados del techo y la gran pantalla de Neón que iban proyectando diferentes imágenes detrás de Haritz, el batería. Él fue el único que no se mantuvo en formación durante el concierto. El resto de la banda permaneció en línea en primera fila, alternando canciones antiguas y nuevas.
Tocaron también dos temas en acústico. Xabi acompañó a la cantante, no sólo con el piano sino también con su voz. Un dúo que emocionó al público. Pablo, les seguía, sentado en un taburete junto a Leire, con la guitarra.
Cumplir un año menos, Palabras para Paula, París, Europa VII, 20 de enero...combinaron canciones animadas con otras más tranquilas. Entre ellas, Jueves, dedicada al 11M.
Se intentaron retirar tres veces y el público no les dejó. Tres bises en los que tocaron las canciones antiguas más coreadas. Y dejaron para el final el que fue el primer single de la renovada Oreja de Van Gogh, ya con Leire, El último vals. Todo el público terminó en pie. Incluidos los acomodadores.
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Leire Martínez y el bajista Álvaro Fuentes durante un momento del concierto de anoche en Baluarte.DAVID ARTIGAS
Leire Martínez y el bajista Álvaro Fuentes durante un momento del concierto de anoche en Baluarte.
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