La historia de las peregrinaciones en dirección a Javier se remonta al siglo XIX. En 1885, una epidemia de cólera asoló el país y la Diputación foral de la época invocó a San Francisco Javier para que librara al pueblo navarro de aquella enfermedad, ofreciendo a cambio la promesa de que los ciudadanos caminarían en procesión si se cumplían sus ruegos. El Santo respondió a la súplica y fue así como nació esta popular tradición que hoy conocemos con el nombre de Javierada. Por este motivo, tras la caminata, la mayor parte de los peregrinos se reúnen en la explanada del castillo para celebrar una misa presidida por el arzobispo. Las marchas, entonces esporádicas, se instituyeron oficiales por la Hermandad de caballeros voluntarios de la Cruz en 1941, dos años después de concluir la Guerra Civil española.
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