Con el 2-0 y a falta de media hora, Portillo falló un penalti que pudo haber variado el estado de ánimo del partido
Pase que esta temporada la Copa se haya presentado en un mal momento por las circunstancias de la Liga. Y pase también que Camacho introdujera un equipo prácticamente nuevo respecto al que viene utilizando. Sin embargo, por el aro de las justificaciones no puede pasar la imagen ofrecida por Osasuna en San Mamés. Su eliminación de la Copa resultó más bien triste y desangelada, en la línea de no pocos partidos de no hace muchas jornadas.
Los encuentros no sólo se pierden al final. También pueden perderse en su comienzo si un equipo no sale al campo como es debido. Osasuna tiró por la borda la eliminatoria en los primeros minutos. En efecto, el inicio fue desesperante al comprobar cómo en cada balón dividido el dueño siempre vestía con una camiseta rojiblanca. Ya se sabe que al Athletic no le sobra fútbol, pero conoce sus defectos y sabe explotar sus virtudes, que ayer no fueron otras que su agresividad y su pasión. Como sucedió en la Liga.
Esto le sirvió para provocar la desaparición de Osasuna durante la primera parte, para pasar a contemporizar y jugar el reloj y el marcador. Nada que ver con el encuentro de ida. Bien es cierto que Camacho apostó por dar descanso a la mayoría de sus titulares y que la Copa guardaba su relativa importancia, todo lo contrario que en el Athletic, pero la sensación de equipo no estuvo acorde con lo que se exige a Osasuna juegue en el campo que juegue: agujeros en defensa, una circulación de balón lenta y trabada, pases mal dados, faltas a destiempo y, sobre todo, carencias en la intensidad, una cualidad imprescindible que no te garantiza llevarte los partidos pero que te hace perderlos si no la plasmas.
Desaparecidos
Por segundo encuentro consecutivo, Camacho alineó al trivote y nuevamente, el planteamiento no dio sus frutos. Con Nekounam, Vadocz y Sunny en la parcela ancha, Osasuna no pudo frenar al Athletic. Y ni mucho menos crear fútbol o jugar a algo. Javi Martínez y Orbaiz, esos grandes futbolistas criados en Tajonar, tomaron el gobierno para no soltarlo.
Apenas había tenido el equipo rojillo la posesión cuando un mal despeje de cabeza cayó a los pies de Gabilondo en la frontal del área. Nadie cubrió el rechace. Salieron tres jugadores a tapar, pero sin fortuna. El rojiblanco, ayer el mejor, colocó un disparo inalcanzable para Ricardo. El desalentador cuarto de hora inicial se cerró con el tanto del tafallés Jon Vélez, que tuvo tanta fortuna en su centro-chut como ímpetu y ganas le puso al partido. Pegó en la zaga rojilla su envío y se coló.
La avalancha bilbaína continuó. Llorente, no tan necesario para el Athletic como en el partido de Liga, también quiso unirse a una fiesta en la que Osasuna era el convidado de piedra. Masoud perdía los papeles jugándose la segunda tarjeta amarilla, los ataques terminaban en balones colgados, los saques a balón parado era un desastre, ningún futbolista de banda desbordaba y de Portillo no llegaron noticias, salvo un tímido disparo fácil para Iraizoz. El otro remate de Osasuna antes del descanso fue de cabeza, también flojo, a cargo de un Sunny más voluntarioso que efectivo pero a fin de cuentas trabajador.
Con más corazón que cabeza y dos goles en contra, Osasuna espabiló en la segunda mitad. Se adueñó de la pelota y sin nada que perder trató de cobrar vida en la eliminatoria. Fernández Borbalán le concedió una oportunidad, el penalti que señaló de Gabilondo a Portillo. Faltaba media hora para el final, por lo que el estado de ánimo del partido pudo variar. Pero el 9 falló. Su triste disparo llegó incluso a atajarlo el portero navarro Iraizoz, una jugada poco habitual en el fútbol.
Para entonces, Camacho había comprobado que su trivote no estaba funcionando. Quitó a los desaparecidos iranís, y dio entrada a Pandiani y Portillo. La misma maniobra que contra el Barcelona. Luego salió Font por Jokin. Con ese dibujo, el 4-4-2, Osasuna complicó más a un Athletic que con una ventaja cómoda quiso dejar pasar el tiempo y cerrar la persiana, algo de lo que debería aprender Osasuna.
Aun así, el cuadro de Caparrós rozó el tercero. Otra vez Gabilondo se erigió en el lanzador de sendos disparos exteriores con veneno. Uno lo despejó Ricardo y otro salió fuera. Fueron dos chispazos en una segunda parte en la que Osasuna jugó más en campo contrario pero sin traducir su dominio en ocasiones. Aparte del penalti, la mejor oportunidad la tuvo Josetxo de cabeza. La expulsión de Delporte por una entrada a Susaeta desató una bronca en medio de la fiesta de San Mamés, que terminó coreando a Cuco Ziganda.
A
1. UN PÉSIMO ARRANQUE
2. PENALTI FALLADO
3. DESIGUAL PELEA
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