Puig dedicó todo su discurso a agradecer a quienes colaboran con su ONG y pedir comida para África y Latinoamérica
UN catalán, Esteban Puig Montanyá; un riojano, Pablo de la Peña García, presidente y director general de El Naturalista; y un guipuzcoano, Ángel Pozueta Maté, director general de Sunsundegui recogieron ayer los Premios Cámara 2008 con los que la Cámara Navarra de Comercio e Industria distingue toda una vida empresarial (la del empresario de la madera Esteban Puig), la empresa innovadora (El Naturalista) y la exportadora (Sunsundegui).
Ninguno de ellos, navarro de origen, como recalcó el presidente del Gobierno foral, Miguel Sanz, pero todos "culturizados" con "nuestra idiosincrasia" particular, ya que son "largos en hacerlas y cortos en contarlas" como definía Ramón y Cajal a sus paisanos. Y es que los tres galardonados, que le precedieron en el discurso, hicieron gala de una modestia que conquistó al auditorio, formado por un centenar de autoridades políticas y civiles, empresarios, directivos, compañeros de empresa y familiares. Sobre todo, los de Esteban Puig, cuya mujer y siete hijos (cinco varones y dos mujeres) no quisieron perderse el homenaje a este hombre singular que dedicó sus siete minutos de gloria a pedir ayuda para otros.
Porque Puig no hizo un discurso empresarial al uso en estos foros. No pidió ayudas, ni habló de la crisis, ni dio consejos de manual de empresario, ni contó de lo "terrible" que es tener que despedir un empleado en una empresa familiar, ni citó su pasión "por el serrín y la madera". Se acordó de todos los que colaboran con su ONG Jóvenes del Tercer Mundo, a la que se dedica: desde el equipo de la parroquia San Juan Bosco y su campaña de recogida de 1.500 bicicletas, de las que ya sólo les quedan 150 por enviar, pasando por Cáritas, la Clínica San Francisco Javier, la conservera Bajamar, los doctores Víctor Martínez Lizarraga y Javier Erice, encargados de visitar clínicas y dispensarios de médicos que se jubilan para que les donen sus equipos, y el salesiano Jesús Tardío y su furgoneta de recogida. Se acordó también de sus 20 nietos, que no 14, como figuraba por error en la entrevista de este periódico el domingo.
Y, no sin agradecer este premio "del que muchísimos industriales en Navarra son más merecedores que yo", concedido por la institución de la que su suegro, Antonio Ayestarán, "comerciante de pro" fue presidente entre 1971 y 1973, lanzó dos peticiones al aire.
Una, para "solicitar a todos los estamentos y empresas que hasta la fecha nos están ayudando, que sigan si es posible". Otra, para que "todos los fabricantes de conservas, tiendas y empresas que puedan donarnos comida no perecedera nos la hagan llegar a nuestros almacenes de Echavacoiz" porque, y aquí se emocionó, "pedimos ayuda" para la hambruna que tanto en África como en Sudamérica sufren por causas de guerra o fenómenos naturales.
Con la humildad de un principiante, que "no está para pedir, sino para agradecer", también Pablo de la Peña alabó a la Cámara por "fijarse" en El Naturalista, pese a su escaso volumen de ventas en España, y "presentar en sociedad" a esta empresa de "calzados con alma", de producción manual, ecológica y fáciles de reciclar, que destina un porcentaje de las ventas a la ONG navarra ProPerú.
También pidió, pero para los empresarios, Ángel Pozueta, director general de Sunsundegui, carrocera alsasuarra que construye autobuses para Dubai con rincón de rezos y abluciones incluido. Solicitó al Gobierno foral "una implicación clara en proyectos innovadores" que puedan ser "tractores" de un sector que contribuya a crear industrias suministradoras, y que atraiga empresas "pero sin olvidar a las existentes". Y a Caja Navarra "el ente financiero entroncado en esta Comunidad" que dedique un "porcentaje ínfimo" de sus beneficios a bonificar intereses de créditos de estos proyectos innovadores, algo que "no es dinero a fondo perdido" y "constituiría una excelente labor social"
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