El conjunto navarro no supo dar el carpetazo al partido y se metió en un descenso vertiginoso sin remedio tras el 3-0
Osasuna no sale de un charco para meterse en otro. Si en el primer tercio de Liga patinaba en el barrizal de la inoperancia ofensiva, la herida abierta de ahora se llama endeblez. Quizá la posición clasificatoria esté siendo el peor enemigo psicológico para que tiemblen las piernas y la cabeza falle si algo se tuerce. Ese lastre es demasiado pesado para navegar, ni siquiera después de que soplara el viento a favor y se sellara una magnífica tarde de fútbol con momentos de calidad.
El equipo rojillo no supo dar carpetazo al partido en el momento en que gozaba de una ventaja cómoda en el marcador. Al igual que en Málaga, le faltaron esas dosis de oficio para atrincherarse a base de orden y sacar los colmillos en el momento debido. Estaba en su feudo, ante su enfervorecida afición. Pero por desgracia, ese equipo sólido y brillante que cosechó un 3-0 padeció una metamorfosis irremediable. Acabó siendo un auténtico flan.
El Valladolid no le empató porque jugara mejor o le arrinconara con fútbol siendo superior. Simplemente, igualó la batalla en los balones que colgó al área desde su banda derecha y en acciones de estrategia. Osasuna dejó escapar dos puntos y alimenta las dudas sobre su futuro en la categoría. Ayer, la subida resultó tan pronunciada como la bajada posterior. Fue como una montaña rusa de emociones, con demasiada incertidumbre y con el epílogo infeliz de siempre.
Un arranque demoledor
La amargura de este punto se explica viendo el partidazo que firmó Osasuna en ataque desde el comienzo. El Valladolid tensó la cuerda demasiado con su defensa adelantada y quedó borrado del mapa en la primera parte. Puñal tapó todos los huecos, Plasil se movió como pez en el agua entre líneas y Dady completó una reaparición extraordinaria. A centro de Monreal y al cuarto de hora, el caboverdiano abrió el camino con un cabezazo picado imposible para los porteros. Y antes del descanso, aprovechando una mal ajuste de la zaga pucelana, Nekounam marcaba el gol de la tranquilidad a centro de saque de falta de Puñal. Osasuna se colocó 2-0 con dos envíos colgados, pero también ofreció otras alternativas ofensivas que gustaron. Era fútbol dinámico y vistoso. Juanfran montó una sociedad con Ezquerro. El alicantino alcanzó un par de veces la línea de fondo y mandó la asistencia. Al riojano le faltó el gol. Un remate de espuela fue al lateral de la red y otro, abriendo el interior de su zurda, salió fuera junto al palo. Fue una sensacional jugada al primer toque. Plasil también probó fortuna desde la frontal para ver quién era Justo Villar, una posibilidad ésta del lanzamiento exterior que Osasuna debería explotar más.
El Valladolid estaba roto. Sólo se arrimó antes del descanso con un lanzamiento de Pedro León desde Pucela, bien rechazado por Roberto. Mendilibar no dio crédito a lo que veía y no esperó mucho tiempo para mover el banquillo y dar entrada al sueco Goitom, un delantero de unas condiciones físicas extraordinarias que el año pasado ya tumbó a Osasuna con la camiseta del Murcia. Antes de que se iniciara la cuesta abajo, Plasil ofreció un espectáculo de conducción en diagonal y velocidad para dejar a Dady plantado ante el portero paraguayo. Era el 3-0, el momento perfecto para cerrar la persiana y jugar a otra cosa.
El momento del pánico
Sin embargo, el partido se volvió loco y Osasuna salió lastimado. Goitom acortó distancias enseguida siendo más astuto que Roberto en el área y tres minutos después, en el 62, llegó uno de los momentos clave del duelo. César Azpilicueta subió como un cohete por la derecha y mandó un balón de oro para ser rematado. Ezquerro, a un palmo de la raya de gol, no pudo dar la puntilla al Valladolid. Tampoco Dady en una pelota con no controló solo.
Fue el inicio de una caída libre plagada de despropósitos en las acciones a balón parado. Los dardos de Pedro León al punto de penalti llevaron veneno. Uno terminó en gol en propia puerta de Miguel Flaño y otro, en el minuto 84, en la cabeza del nigeriano Ogbeche. La fiesta terminó en drama.
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