Los navarros Alfonso Continente y Fermín Zugasti, padres blancos, y el cooperante Nicolás Dorronsoro atienden a las oleadas de desplazados que ha provocado la ofensiva de los rebeldes tutsis
SI tuviéramos que escapar cada vez que oímos tiros por aquí, no estaríamos nunca", justificaba su permanencia en el Congo una religiosa española después de que su compañera, la burgalesa María Presentación López, perdiera las piernas tras alcanzarle una bomba en un ataque rebelde al noreste del país. Razón no le falta. En los diez últimos años el conflicto del Congo se ha cobrado la vida de más de cinco millones de personas.
La ofensiva tutsi que lidera el rebelde Nkunda frente al Gobierno congoleño ha motivado este mes innumerables muertos y el desplazamiento de 250.000 personas en Kivu Norte, una zona en la que ya hay un millón de refugiados. Desde su capital, Goma, en una de sus escasas comunicaciones telefónicas de las últimas semanas, el padre blanco Alfonso Continente Sanz, de 76 años y natural de Cortes, relató a sus hermanos en Madrid las dificultades de la población. Ante el avance rebelde, los padres blancos alojaron a principios de este mes a 1.800 refugiados entre la Iglesia y dos aulas. "Llegó gente que había caminado durante muchas jornadas sin comida por la selva", aseguraba el religioso navarro. Muchos de ellos habían dejado atrás aldeas saqueadas y familiares muertos. "Nuestro recinto no se ha visto afectado, pero en los alrededores una noche mataron a 16 personas" relataba este misionero que lleva 27 años en el continente africano.
Otro de los misioneros blancos que desempeña su labor cerca de la zona de conflicto es el pamplonés Fermín Zugasti Anduela, de 70 años, que se halla en Bunia, capital de la provincia Ituri, sobre Kivu Norte. "No tenemos constancia de que allí hayan tenido mayores problemas que los que provoca el masivo desplazamiento de personas en estas situaciones y que ahora lo complican las lluvias", indicaban desde la sede de los padres blancos. Otros religiosos navarros se encuentran en el país, aunque lejos de la zona en conflicto. Se trata de Celestino Yeregui, Jesús Jimeno, Pedro Sala e Ignacio Elizari.
Si bien ahora la ofensiva se ha detenido, la presencia de los rebeldes hace difícil que la ayuda humanitaria se pueda entregar en la zona afectada, junto a la frontera ruandesa. Los cascos azules desplegados en la zona que no pudieron evitar la ofensiva tampoco parecen ahora garantía suficiente para la seguridad.
Entre los refugiados
El cooperante pamplonés Nicolás Dorronsoro Díez, de 33 años, alude a este problema desde Goma, donde dirige un proyecto educativo del Servicio Jesuita a los Refugiados en los campos de desplazados. "Lo ideal -indica- sería que un contingente de 1.500 soldados de la UE se desplegara aquí. Eso garantizaría la estabilidad. Por desgracia, como se preveía, no será así porque hay división de opiniones dentro de la UE". La otra opción, que ha sido aprobada, es el aumento de la misión de cascos azules en otros 3.000 hombres, "pero es un procedimiento muy lento, que lleva mucho tiempo. Y la situación no puede esperar, porque sin seguridad el acceso de la población a la ayuda es inviable", alerta.
© DIARIO DE NAVARRA. Queda prohibida toda reproducción sin permiso escrito de la empresa a los efectos del artículo 32.1, párrafo segundo, de la Ley de Propiedad Intelectual