L A AGAO aprovechó la primera página del programa de mano para una declaración de principios: después de dos títulos señeros -"Los pescadores de perlas" y "La traviata"- en la temporada anterior, abría la presente con el último de Bellini, a fin de mostrar diversidad de títulos y estilos. Un reto, "tanto por la necesidad de un elenco de cantantes de gran calidad como por la de un numeroso y cualificado coro.
Creemos que en ambos aspectos se ha logrado obtener una calidad que, no dudamos, satisfará las expectativas de los asistentes". El texto olvidaba un elemento importante, la orquesta, acto fallido frecuente en los adictos al bel canto. Importante, porque Bellini, parco en el acompañamiento de las líneas destacadamente cantabili, resalta en la sección central de las arias el papel del foso, determinante en la funcionalidad de coros y diálogos. E "I Puritani" (1835), como observó Friedrich Lippmann, ofrece buenas pruebas de orquestación colorista, inexistente en obras del autor fechadas antes de 1831.
El montaje buscaba un escenario palladiano, que pudiera evocar el tiempo de la acción dramática, las guerras civiles de 1649, Cromwell, la reina Enriqueta, viuda de Carlos I, trama y libreto deleznables, sobre los que no conviene extremar el rigor: pese al título primero, "I Puritani di Scozia", los hechos se sitúan en Plymouth y no tienen nada que ver con Walter Scott, salvo la publicidad. Bellini explicaba que su ópera se titularía mejor "El vira" o "Le teste rotonde e I Cavalieri".
El coro cumplió desde el principio un papel protagonista, incluso en arias, porque Bellini lo emplea para potenciar la sonoridad y también para contraponer solo y tutti, individuo -aun heroico- y pueblo. El coro se produjo con calidad de voces, color, equilibrio y oportunidad destacables.La AGAO tiene en ese conjunto -y en Máximo Olóriz- una pieza notable y un grupo entusiasta que prueba su afición de la mejor manera: con obras.
María José Moreno hizo una Elvira intensa, bien perfilada en la línea de canto, cuyo máximo riesgo físico fue el vestido, que le hizo trastabillar. Mukeria no demostró belleza tímbrica ni holgura de registro y los superagudos finales resultaron difíciles, ahogados y feos. Los cantantes en la clave de fa cumplieron, más bien ampulosos. Y las dotes escénicas de todos ellos quedaron cortas y pobres, en una escenografía vieja y elemental.
Éxito de público -que se rompe las manos en cuanto oye una nota alta- y un loable esfuerzo de la AGAO. La orquesta demostró su conocimiento del trabajo en el foso. Y una conclusión: qué bien suenan las voces y qué bien se escuchan en el Gayarre, un teatro.
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