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CULTURA Y SOCIEDAD

"Jorge Oteiza tenía la convicción de que somos incapaces de amar"

El antiguo director del Museo y la cátedra Jorge Oteiza abordó el carácter humano del artista y sus conflictos internos

Actualizada Sábado, 25 de octubre de 2008 - 04:00 h.
  • MICHELLE UNZUÉ . PAMPLONA

El Oteiza esteta, el Jorge religioso, el escultor vanguardista... o el ser humano que se busca sin descanso a sí mismo. Las múltiples facetas del artista vasco Jorge Oteiza suman y siguen, como ha quedado demostrado en el I Congreso Internacional Jorge Oteiza y la crisis de la modernidad celebrado en Pamplona, y ofrecen material para muchos encuentros más.

El Museo de Navarra fue la sede ayer de la clausura de este encuentro con la conferencia de Pedro Manterola, antiguo director del Museo y la Cátedra Jorge Oteiza, que iluminó el prisma más humano y vulnerable de uno de los grandes artistas del siglo XX. Su charla destapó las carencias y obsesiones de un artista del que le preocupa "la distancia entre el hombre y el artista". Manterola confesó que al principio defendía la obra de Oteiza frente a su desmesurada personalidad, pero que ahora ya no está "tan seguro" de si lo importante es la obra u Oteiza mismo.

Manterola mantuvo durante años encuentros sabatinos con el artista, y ha llegado a recopilar más de 2.000 fichas con sentencias del artista. "Decía algo que me conmovió: "Odio la obra de arte". Pensaba que era una boutadepropia de un personaje tan contradictorio y espectacular como él, pero conforme el tiempo pasa... Estamos viviendo una época en la que el objeto artístico está adquiriendo una relevancia social sin fundamento ni conceptual ni cultural".

Según el conferenciante, la idea del odio a la obra de arte "plantea en Oteiza un nuevo concepto de cultura. Para él, la cultura es el camino que uno recorre para encontrarse a sí mismo. No era un hombre erudito en el sentido tradicional, pero desde el punto de vista existencialista abrió una dimensión nueva". Y es que el artista vasco afirmó en más de una ocasión que "el arte no está en las esculturas, está en otro sitio". "Esa manera de abrir el discurso a un lugar indefinible, a otro lugar que ocultaba una dimensión metafísica te dejaba en suspenso", recordó Manterola. "En toda obra de arte hay algo oscuro adherido a la creación. Esta idea de la oscuridad que ilumina un estímulo creador es lo que mueve a los artistas. El peligro es intentar convertir esa oscuridad en un universo exhaustivo, que sea una metáfora de la propia expresión vital y que se transfiera a la propia existencia".

Oteiza incurrió en esta actitud, y según Manterola, "entra en conflicto con su destino, su naturaleza, sus deseos, sus posibilidades, su Dios... Este conflicto abre un espacio trágico que hay que salvar".

La obra escultórica de Oteiza significa, para Manterola, "ese ciclo de búsqueda de sí mismo y del más lejos todavía. Uno de sus textos decía "Buscabas la carga más pesada y te encontraste, no te librarás de ti mismo". Así surge una pregunta amenazante para el ser, por quién soy yo, que Oteiza acaba formulándose de una manera trágica. Ahí empieza a contemplar con hostilidad los valores que le rodean y que le constituyen". Uno de estos valores es la naturaleza, la suya propia adoptando la forma corpórea, y el artista se enfrenta a su ser, también por escrito. "¿En qué grasa, en qué pestilencia ha venido a alojarse el espíritu? No es más que un conglomerado de basuras, cruzado por una sangre apenas menos noble...".

Esta misma línea sigue otra reflexión que Manterola encontró hace poco entre los papeles que conserva del artista. "No toquéis mi cuerpo, ratas de basura. He pasado un tiempo entre vosotros, no he querido a nadie. He vivido mirando al cielo, no he visto nada. No quiero subir, no quiero despertarme aquí abajo".

Oteiza reivindicabaen sus escritos la pasión, porque argumentaba que era mucho más necesaria que la razón para vivir. "Recordaba a Kierkegaard y se quejaba de la mediocridad de los tiempos puesto que ya no se tienen pasiones. Por eso su alma se volvía siempre al Viejo Testamento y a Shakespeare, porque sentía que son hombres los que hablan, que ahí se peca".

Para Manterola, "Jorge tenía la convicción de que somos incapaces de amar. Él nunca amó a nadie, ni odió, tenía resentimientos pasajeros...".

Acerca de su relación con Dios, abordada en varias ponencias del congreso, Manterola afirmó que "él tenía necesidad de Dios, existe como búsqueda incansable. La historia de Oteiza es la de un hombre tocado, pero muy ligeramente, por lo trascendental". En el transcurso de su charla, Manterola aseguró que no quería suscitar admiración por Oteiza "porque no era realmente un personaje admirable, era miserable, convivían en él las dos partes". Todo esto hace que haya "cierto patetismo producido por el recuerdo de la figura de Oteiza", concluyó el experto.

Tras su intervención, la clausura del congreso corrió a cargo de Gregorio Díaz Ereño, director del Museo Jorge Oteiza, quien afirmó que "este congreso ha sido un punto álgido en el discurrir de esta institución. Glosaremos este inmenso contenido en unas actas que permitirán, con la serenidad alejada de la intensidad de estos días, hacer un lúcido diagnóstico".


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