El ictus provoca más discapacidad que el Alzheimer y los accidentes de tráfico juntos, afirma el neurólogo Manuel Murié. El domingo se celebra el Día del Daño Cerebral Adquirido para insistir en la prevención de este problema
El tiempo es esencial a la hora de iniciar la rehabilitación tras un ictus (hemorragia o infarto cerebral) y recuperar así el mayor número posible de funciones. Y, sobre todo, si se tiene en cuenta que el 25% de los ictus se producen en menores de 65 años. Así lo indica Manuel Murié Fernández, 29 años y vecino de Pamplona, casado y con dos hijos. El neurólogo, que se especializó en la CUN, está completando su formación en neurorehabilitación en Canadá.
Cuenta con una beca de Caja Madrid y el apoyo de un grupo de personas que quieren poner en marcha un centro de neurorehabilitación en Navarra. El domingo se celebra el Día del Daño Cerebral Adquirido con objeto de insistir en la prevención.
¿El ictus aumenta?
El daño cerebral por ictus afecta a una persona pero involucra a toda la familia porque cambia la vida radicalmente. Según la OMS entre el 2000 y el 2025 la incidencia del ictus aumentará un 27%. En 2007 se produjeron 350 ictus diarios en España.
¿Y en Navarra?
Un trabajo reciente señala que la incidencia de un primer evento en mayores de 20 años es de 185 casos por cien mil habitantes y en mayores de 55 años alcanza 484 casos por cien mil. Lo ideal es que todos sean valorados porque hay casos que pasan desapercibidos. El ictus provoca más discapacidad que el Alzheimer y los accidentes de tráfico juntos. Es una realidad social a la que hay que dar una salida.
¿Qué papel juega la neurorehabilitación?
Es un conjunto de métodos que, aprovechando la plasticidad cerebral, tienen como fin recuperar funciones neurológicas perdidas o disminuidas como consecuencia de un daño cerebral, por ejemplo después de un ictus.
¿Plasticidad cerebral?
Sí. El cerebro y sus redes neuronales tienen capacidad para adaptarse a la nueva situación tras una lesión y compensar sus efectos, aunque sólo sea de forma parcial. La diferencia entre dejar a una persona sin caminar o que tenga autonomía es enorme.
¿Hasta dónde se puede avanzar?
Todos estos pacientes pueden mejorar lo que no se puede saber exactamente es hasta dónde. Si se coge a tiempo, en el primer mes tras el daño, hay un gran porcentaje de éxito. Además hay factores que influyen: la edad, los factores de riesgo vascular, la hipertensión, la diabetes, el tipo de daño cerebral y la extensión y localización así como la intensidad del tratamiento.
¿Hay un momento en el que ya no se puede hacer nada?
Hay ocasiones en que la rehabilitación es de mantenimiento aunque hay técnicas de estimulación nuevas que mejoran también en pacientes crónicos. Nunca se puede decir: ¡no vas a mejorar más! Pero lo cierto es que el margen de mejora se acorta conforme pasa el tiempo. En torno al primer año y tres meses se consigue el 70 por ciento de la mejoría en aspectos motores y en año y nueve meses en los aspectos cognitivos.
¿Al menos siempre se debe intentar?
Yo nunca digo que no se va a conseguir más porque, de entrada, es frustrar a una persona. Sin embargo, hay que ser realista. El inicio debe ser cuanto antes, cuando la estabilidad clínica lo permita. El inmovilismo viene fatal. He visto grandes avances debido a la plasticidad cerebral. Por ejemplo, hay áreas que se encargan de la mano y en un momento determinado pueden encargarse de otra función. Creo que la neurorehabilitación se puede aplicar en el 100% de los ictus.
¿Cómo se ofrecen los tratamientos?
Por lo general durante poco tiempo y no todas las técnicas. He estado un año formándome en un centro de Madrid donde el paciente trabaja de 9 a 2 en terapia individual y de 16 a 19.30 y he visto grandes avances. Por ejemplo, en el Ceadac, un centro público de daño cerebral, a partir de una determinada edad no cogen pacientes. La Guttman, de Barcelona, considera que en España debería haber unos 25 centros con, al menos, 40 camas para neurorehabilitación. Sólo hay dos de esta capacidad, la propia Guttman y el de Toledo, especializado en parapléjicos. En EEUU ya se ha apostado por esto.
¿A qué pacientes se dirige la neurorehabilitación?
A todo el que tenga un daño cerebral, sobre todo adquirido por ictus o traumatismos. Se benefician más quienes tienen un daño que no va a más, una enfermedad neurodegenerativa, aunque en el caso de la esclerosis múltiple, por ejemplo, se benefician muchísimo y mejoran la calidad de vida.
¿Cómo son los métodos nuevos?
Aprovechan esa plasticidad cerebral y permiten recuperar funciones perdidas. Varían en cada caso, desde técnicas de logopedia, neuropsicología, fisioterapia, etc. Por ejemplo, la estimulación transcraneal repetitiva consigue activar o inhibir desde fuera ciertas áreas del cerebro. Cuando hay un daño cerebral la zona afectada está muerta pero la zona de alrededor se llama "de penumbra" y es recuperable. Desde fuera se puede activar esa zona porque al final el cerebro funciona con impulsos eléctricos. Precisa una resonancia cerebral, el ordenador que indica la zona que activas, etc. y es eficaz si se acompaña de una fisioterapia.
Es un trabajo de equipo.
Sí. La neurorehabilitación debe llevar detrás un neurólogo, rehabilitador, neuropsiquiatra, neuropsicólogo, logopeda, terapeuta ocupacional, fisioterapeuta, psicomotrista y trabajador social más enfermería, auxiliares, etc. Si falla cualquiera desaprovechas esta rehabilitación.
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