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SOCIEDAD

Una talla de humanidad

Venancio Amillano sufrió un grave accidente hace 19 años en un incendio declarado en Lizarrusti

Actualizada Martes, 21 de octubre de 2008 - 04:00 h.
  • NATXO GUTIÉRREZ . ALSASUA

VENANCIO Amillano Urdiáin ganó un pulso a la muerte hace diecinueve años. Su cuerpo robusto dio de bruces contra el suelo al precipitarse desde una altura de cinco metros. Fiel cumplidor de su oficio de bombero, había acudido a sofocar un incendio declarado en Venta Isabel, en el alto de Lizarrusti.

Supuso su último servicio, porque, maltrecho de la cadera, pasó los meses posteriores postergado en una cama de hospital, feliz por superar un delicado trance y orgulloso del deber cumplido.

"¿Quién le salvó la vida?", recibe por interpelación. "Él", responde con la mano tendida hacia una reproducción de San Juan de Dios, de más de dos metros de altura y 300 kilogramos de peso, tallada en madera de roble. Las mismas manos que, durante 30 años como adscrito a la base de Alsasua, sirvieron para apagar fuegos, han dado forma a una imagen del patrón de los bomberos y enfermeros, en un gesto de deferencia y reconocimiento brindado por su autor a todos los profesionales de los servicios de extinción del planeta. Aunque la dedicatoria sea genérica, en la mente de su creador existe la idea de tributar de manera especial a cuantos bomberos, como él, se vieron empujados a una retirada precipitada, aquejados por una enfermedad o un inoportuno accidente.

Tres décadas de servicio dejan mella en las hechuras humanas de este alsasuarra, de 74 años de edad, casado y con dos hijos, cuya memoria almancena nítida la estampa de San Juan de Dios que, colgada en el salpicadero de un camión cisterna, le acompañaba en sus salidas de emergencia. "El camión acabó siendo retirado y con él se fue aquella imagen", rememora. Sin olvidar aquellos rasgos de alma salvadora que avivaban sus estímulos altruistas, acudió al hospital pamplonés de San Juan de Dios en busca de una ilustración que inspirase su obra artesanal. De manos de un religioso recibió dos imágenes del santo y una biografía completa, que le ayudó a conocer con mayor detenimiento su vida y obra. El ejemplo de entrega a los desfavorecidos y su gesto valeroso cuando, pasto de las llamas, accedió al hospital que fundó y salvó a cuantas personas y bienes pudo, cautivaron al bombero retirado ante su nuevo desafío artesanal. A partir de la lectura biográfica constató las virtudes de "humanidad y servicio" reunidas por San Juan de Dios y que, a su entender, deben caracterizar a todos cuantos han seguido su ejemplo en los servicios de extinción.

La documentación recopilada -con las imágenes aportadas por el religioso y el episodio del rescate del hospital incendiado- le sirvieron de guía en el diseño, que presenta al santo con un niño malherido y con vendas en la cabeza y un pequeño hatillo, que simboliza "los bienes recuperados del hospital", como explica su autor.

La obra no estuvo completa hasta añadirse las reproducciones en madera de útiles de bomberos -lanza, hacha, casco y botas- a los pies de la imagen. Un último complemento remató el conjunto. Fue el "Nomes" o chaquetón de tres cuartos, con los reflectantes en el reverso, que con propiedades ignífugas visten los bomberos para protegerse de las llamas. Consiguió reproducir con tal fidelidad la indumentaria que una conocida no reparó en la materia de la que estaba hecha cuando la vio en un colgador. "Pensaba que el chaquetón era de verdad", confiesa.

Un roble de 200 años

Después de cinco meses de limar asperezas con gubia y azuela, la silueta fue cobrando forma sobre el tronco de un roble de doscientos años, curiosamente talado en las obras de desdoblamiento de la N-1. Hoy, permanece expuesta en un rincón del solar, de 1.500 metros cuadrados, que quedó al margen de la carretera ampliada en el paraje alsasuarra de Kapitansoro y que Amillano ha convertido en su pequeño museo al aire libre con creaciones manuales obtenidas a partir de troncos de roble cortados.

Debido al valor simbólico que concede a su última obra, entiende que su destino no debe ser la propiedad en la que da rienda suelta a su afición artesanal. En este sentido, su deseo es que pudiera colocarse en un parque de bomberos, "como el que se está construyendo ahora en Pamplona", para que San Juan de Dios, en un sentido metafórico, pudiese extender su aliento de generosidad a todos cuantos siguen su ejemplo de entrega y servicio a los demás en situaciones límites. Es así cómo Venancio Amillano, que mantiene lazos con su antiguo oficio aunque sea sólo como comensal en una comida con bomberos en activo del parque de Alsasua para celebrar la festividad del patrón, podría honrar a aquel que en un día fatídico de hace 19 años intercedió en Lizarrusti por su vida.


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