Para transmitir renovación, la puerta es lo primero que se cambia en un edificio, en este sentido Osasuna cambia con Camacho toda la fachada
N O llega uno cualquiera, del montón. Aterriza José Antonio Camacho, un valor contrastado. Hasta las personas menos aficionadas al fútbol saben quién es. Su foto con los sobacos sudados ha dado la vuelta al mundo, y el anuncio del jatorra que vende coches se ha colado a través de la tele en todos los hogares españoles.
Por esto y por su conocida trayectoria futbolística, como jugador y como entrenador, cuesta imaginar que un personaje de su perfil en una capital de provincias como Pamplona, en un club modesto como Osasuna.
Cuando una empresa quiere transmitir renovación, lo primero que hace es cambiar la puerta, para que quien llegue la perciba desde la entrada. En tal sentido, con la presencia de este ciezano ilustre en Tajonar cambia toda la fachada de golpe. El cambio es total y, a buen seguro, así será percibido en toda España, que hablará del nuevo Osasuna de Camacho. Sin duda que, una vez decidido un cambio de rumbo en el banquillo, la apuesta, seguro que bastante cara, se hace con todas las consecuencias.
Otra cosa serán los resultados. El destino de la pelotita siempre es incierto y unos milímetros de su trayectoria separan el fracaso de la gloria. El nuevo técnico trae un concepto del fútbol elemental, que identifica exigencia con motivación y apela insistentemente a lo racial. A lo largo de su itinerario, intenso y de postín, en algunas ocasiones le ha salido bien, y en la mayoría los logros se han quedado a mitad de camino por unas u otras razones, comenzando por la selección, su máxima referencia en el banquillo. En Osasuna, no obstante, lo tiene muy fácil. Con la herencia que recibe la permanencia está a tiro.
Lo normal sería exigirle un plus por encima. Sin embargo, no hará falta. Será él mismo quien se lo marque. Lo lleva en la sangre hasta el punto de que le puede gastar una mala pasada. Cuando era futbolista, él se lo comía y él se lo guisaba. Por eso iba a por todas, sin depender de nadie más que de él mismo. En cambio, como entrenador sabe que aunque él se muerda las entrañas depende de dos docenas de jugadores que le siguen a kilómetros de distancia, y eso le saca de quicio. Si no ve en el grupo la respuesta que busca, se desmotiva y hasta se hunde. Coge las maletas y se va.
En cualquier caso, en Osasuna como club lo va a tener fácil. Las dificultades le pueden venir de fuera, del entorno social tan complicado que azota esta tierra, donde hay cafres capaces de confundir a un entrenador de un equipo de fútbol con un líder de un partido político. Su genio pronto y su discurso claro, y muy conocido por su etapa de seleccionador, le pueden pasar factura, pero un hombre de su experiencia está obligado a gerenciar con éxito su rol en el banquillo. En tal sentido, seguro que, por ejemplo, sus relaciones con los medios -con el aficionado en definitiva- y su manera de actuar pública o con los jugadores introducen modificaciones sustanciales en lo que hoy es costumbre.
Si dura, que lo normal y deseable es que dure, debe marcar época. Firma hasta 2009, pero dada la idiosincrasia del club navarro, si él se encuentra cómodo en Navarra, puede alargar su estancia y completar un ciclo, como hizo Javier Aguirre. No es cuestión de compararle aquí con sus predecesores. Cada técnico es personal e intransferible. Pero con el mexicano, pese a ser dos estilos y personalidades tan diferentes, tan contrapuestas, guarda evidentes semejanzas, especialmente en lo mediático y la manera de ejecutar el trabajo.
Con Aguirre y con Camacho, el primer entrenador pone el discurso público, y el segundo -Ambriz, Carcelén- el trabajo oscuro de campo, los apuntes técnicos en la libreta. Además, los dos tienen muy claro a dónde quieren llegar, saben cómo deben conseguirlo, y supeditan lo que haga falta para lograrlo. Otra cosa es que lo consigan, y que el pronto de genio no les traicione a mitad de camino. El manito llegó a dónde quería. A duras penas al principio y en velocidad de crucero al final. Dispuso para ello del tiempo y la paciencia que Ziganda ha carecido. En el caso de Camacho el plazo le toca marcarlo a él. Hoy depende absolutamente de él solito, y lo normal sería que Izco le permita que mañana también.
Borrón y cuenta nueva. El fútbol se vive al día, y el Racing ya es historia. Lo que toca ahora se llama Sporting. En El Molinón comenzará la era Camacho en el club navarro, y con ella toca ilusionarse, porque el fútbol sin ilusión no es fútbol. Hoy parece difícil recuperarla, pero cuando el balón ruede comenzará una nueva historia.
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