Con la popularidad baja y el malestar de sus diputados por unas medidas fiscales, el primer ministro británico, Gordon Brown, afrontó ayer una de las peores oleadas de huelgas desde que los laboristas llegaron al poder en 1997. El sector público, con los maestros a la cabeza, decidió plantar cara a Brown en protesta por unos insatisfactorios aumentos de salarios, por debajo de la inflación. La huelga obligó a cerrar unas 8.000 escuelas. EFE.
Con la popularidad baja y el malestar de sus diputados por unas medidas fiscales, el primer ministro británico, Gordon Brown, afrontó ayer una de las peores oleadas de huelgas desde que los laboristas llegaron al poder en 1997. El sector público, con los maestros a la cabeza, decidió plantar cara a Brown en protesta por unos insatisfactorios aumentos de salarios, por debajo de la inflación. La huelga obligó a cerrar unas 8.000 escuelas. EFE
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