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ARTISTAS AFINCADOS EN EL MEDIO RURAL | ANTONIO LAITA VIGURIA PINTOR

"Estaré siempre ligado a Cirauqui, a esa casa que salvé del naufragio"

"Quiero seguir trabajando en la casa del pintor y terminar un cuarto veneciano que tengo pendiente"

Actualizada Jueves, 24 de abril de 2008 - 04:00 h.
  • M.P.A. . ESTELLA

Antonio Laita Viguria (Cirauqui, 1951) nació en casa un 28 de enero mientras una intensa nevada blanqueaba su pueblo, en pleno Camino de Santiago. La historia del temporal de invierno relatada después por su madre pesa en los paisajes nevados presentes en algunos momentos de la obra de este pintor viajero, casado y padre de una hija, que vuelve a exponer este mes en Estella -hasta el 4 de mayo en la casa de cultura Fray Diego- tras un cuarto de siglo de ausencia.

Galgos, ángeles, estampas venecianas y los más recientes paisajes de Marruecos, país al que últimamente le ha llevado su pasión por el color del sur, forman parte de una trayectoria que ha tenido siempre Cirauqui como cuartel general. Allí, en su casa del siglo XVI -salvada, como él dice, del naufragio- piensa seguir pintando abierto a otras posibilidades, como un aula de pintura en el que ya piensa para el mes de agosto.

¿Por qué tanto tiempo sin exponer en Estella?

Porque no se han dado los contactos para ello y el tiempo ha ido pasando. Pero estoy satisfecho por la cantidad de gente que está viniendo y por cómo disfrutan viendo los cuadros.

¿Qué le dicen los amigos y conocidos que se acercan estos días por la casa de cultura?

La gente comenta el color de los cuadros, algo que he traído del sur. Lo que sí me llama la atención es que apenas está pasando público de menos de cuarenta años, hay muy pocos jóvenes visitando la exposición.

Vuelve a la ciudad donde tuvo lugar su bautizo artístico.

De aquí salió el grupo Petróleo, con Muelas, Corcuera, Goyache, Baquedano, Retana y yo. Fue un momento importante, con varias exposiciones juntas, pero se rompió por una discusión artística. Luego vino la Escuela de Ingeniería, la etapa en Pamplona y mi dedicación plena a la pintura a partir de los primeros años ochenta. Hasta que aparece la casa del pintor con la cúpula de los ángeles. ¿El lugar más importante para usted?

Es todo un mundo que, pese a los viajes y a las estancias fuera, sigue ligado a mí, un lugar en el que se puede continuar trabajando pese a todo lo hecho. Tengo en ella un cuarto veneciano pendiente y dos zonas de trabajo distintas, la de pintura y la de dibujo, lo que me permite pasar de una a otra. Es el sitio en el que mi mujer, Pilar, que siempre ha estado ahí, se ha levantado a las tres de la mañana para ayudarme a montar un bastidor e irse después a su trabajo como maestra.

Nueva York, Marruecos, Venecia o Mexico son destinos de sus viajes. ¿Cómo los recuerda?

A Nueva York fui en el año 1985, recién casado y con una hija pequeña, en un momento que tal vez no era el adecuado. Pero sentí que era un mundo no hecho para mí.

¿Con Marruecos le ha ocurrido lo contrario?

En el año 2005 dejé de ir a Andalucía y di por terminada la etapa en Villamanrique de la Condesa. Recuerdo que mi mujer me dijo entonces: "ahora te irás más abajo". Y tenía razón porque, al final, acabé haciéndolo, a partir del 2005 llegó Marruecos. Hay un dicho en ese país que dice: "vosotros tenéis la hora y nosotros todo el tiempo del mundo". Y es cierto, resume lo que sientes allí, un lugar donde aún conservan el privilegio de sentarse con el te a mirar la puesta de sol.

¿Hasta qué punto ha sido importante Andalucía en su vida?

Allí cubrí etapas en distintos lugares y pude conocer a gente diferente, algo que enriquece mucho. Primero, en 1985, me decidí por Carmona tras dudar entre este destino Arcos de la Frontera. Tuve la suerte de exponer y reconstruir una casa en una época durante la que iba y venía de Carmona a Cirauqui. Más tarde me trasladé a Sevilla, al centro donde veía la Girarda, y en el 2000 llegó Villamanrique de la Condesa, junto al Rocío.

La relación con la casa de Alba marcó entonces otra época de su vida. ¿Qué recuerdos conserva de aquellos momentos?

Conocer a la duquesa de Alba fue un privilegio, una experiencia única de la que han quedado los bocetos de 58 ángeles para el Palacio de Liria que siguen ahí. Una amiga común le enseñó el catálogo y a partir de ese momento comenzaron los contactos.

¿Va a quedarse en Cirauqui de una manera más permanente o viajará de nuevo?

Seguiré de forma fija en la casa del pintor, pero en la vida siempre hay que mirar hacia delante y hay otros sitios que quiero conocer. Ahora llevo en el pensamiento volver a Marruecos, pero esta vez para cruzar el Atlas y trabajar una temporada en el valle del Draa, una zona de castillos de adobe que he visto de pasada y en la que quiero profundizar. Entre exposición y exposición, trataré de recoger un poco de esa humanidad tranquila y de la paciencia que ellos tienen.

Regresa a Estella con cuarenta obras. ¿Qué criterio ha seguido para seleccionarlas?

Son temas que he trabajado durante mucho tiempo, desde bodegones a paisajes. Cuadros que se han marchado que aparecen ahora con el paquete y el papel rotos.

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