Entre los electores jóvenes la mayoría se inclina por Barack Obama, que les atrae por un discurso idealista
Los votantes demócratas de Pensilvania acudieron ayer en gran número a las urnas para decidir quién prefieren que sea su candidato a la presidencia de Estados Unidos en noviembre: Barack Obama o Hillary Clinton. A la hora de cerrar esta edición no había aún resultados.
Hillary Clinton necesitaba una victoria con una diferencia de al menos 10 puntos sobre Barack Obama para mantener viva su campaña, porque le resultará imposible alcanzar a su oponente en número de delegados.
En estas primarias de Pensilvania, estaban en liza 158 delegados que se reparten de manera proporcional entre los dos candidatos según los votos que obtienen en las urnas. Con el reparto de los delegados de ayer parece claro que ninguno podrá alcanzar ya con el voto popular los 2.025 delegados que se necesitan para alcanzar la mayoría absoluta sin recurrir a los llamados "superdelegados", que son 800 cargos demócratas con voto para decidir en caso de empate. La última vez que tuvieron que dirimir un empate técnico fue en 1984, cuando se decidieron por Walter Mondale, que le sacaba una ligera ventaja a Gary Hart.
La ventaja de Obama
El problema es que en la decisión de los superdelegados pueden jugar muchos factores, como son los grupos de presión o los intereses del aparato del partido por encima de lo que dicen los electores. Otros factores que considerarán es cuál de los candidatos tendrá más opciones de vencer al republicano John McCain en noviembre. Clinton sostiene que su trayectoria ha demostrado que es capaz de ganar los estados clave que decidirán las elecciones generales, como Ohio, Florida o, esperaba ella, Pensilvania.
Obama, por su parte, ha recibido el mayor número de votos en más estados y tenía, hasta el martes, 164 delegados más que su rival. Su argumento es que la élite del partido no debe anular lo que el pueblo ha votado.
De hacerlo, esas masas de jóvenes y afroamericanos que han despertado a la política con la ilusión de su candidatura se quedarán en casa en noviembre. El dilema tiene en vilo a unos 300 superdelegados que según la cuenta de la agencia Associated Press no han anunciado aún a quién apoyarán.
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