Esta ciudad del norte portugués de apenas 10.000 habitantes es uno de los principales focos turísticos del país vecino. El origen de Espinho se encuentra en un grupo de pescadores de la zona, que se establecieron a principios del siglo XIX en este punto de la costa atraídos por su gran riqueza pesquera, especialmente de sardina. La pequeña aldea, formada por humildes casas de madera, ha sufrido una transformación radical en apenas dos siglos. La gran belleza de su costa y de sus playas han convertido a la humilde población en un importante centro de atracción para los bañistas de las zonas próximas. Este desarrollo se multiplica a partir del año 1870 con la llegada del ferrocarril, que hasta el proyecto de Mangado atravesaba la localidad de forma paralela a la costa. Fue en el siglo XIX cuando florece el potencial turístico de la localidad y comienzan a construirse las primeras casas de piedra para los veraneantes, además del campo de golf más antiguo de la península.
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