Un eventual equilibrio entre oferta y demanda no impedirá que se mantenga el coste actual de los alimentos
La crisis alimentaria tiene solución, pero a base de alcanzar un nuevo equilibrio económico a costa de un sobreesfuerzo de los agricultores y sus cultivos y de una repercusión sin precedentes sobre las clases más desfavorecidas, dado que el aumento del precio de los alimentos podría volver a situar a más de 100 millones de personas por debajo del umbral de la pobreza. La era de la comida barata, según el análisis del diario The Economist, se terminó.
Los disturbios en Costa de Marfil o Haití son dos de los mejores ejemplos de la crisis social despertada por el encarecimiento de los alimentos. Como apunta el director del Instituto para el Estudio y Políticas Alimentarias, Joachim von Braun, "la agricultura entró en un período insostenible y políticamente arriesgado".
La subida del precio se registra sobre todo en tres productos básicos de consumo mundial: el arroz, el maíz y el trigo. El caso del arroz es el más claro de todos. Desde enero, su precio se disparó un 141%. Las causas apuntan a cambios en el modelo de demanda, el empleo de cereales en el uso de biocombustibles y la presión de China o India para consumir más arroz y carne.
Se trata de un "comportamiento económico febril" que desgraciadamente no se vio correspondido por el lado del agricultor, que siempre "tarda a la hora de responder" a las alteraciones del mercado, y por el de los gobiernos, que suavizaron el impacto de las subidas de los precios en los mercados domésticos.
Todo ello es, no obstante, síntoma de un problema mayor: la incapacidad de los más pobres para pagar los elevados precios que los alimentos van a tener a partir de ahora.
El canario en la mina
The Economist califica la situación de "susto", porque al final los agricultores harán lo posible para elevar su nivel de producción, equilibrando la oferta. Sin embargo, la dificultad reside en que "la agricultura está actualmente en un limbo", que puso punto y final a 30 años de comida barata, subvenciones agrícolas y distorsión en el mercado alimentario.
La directora del Programa Mundial de Alimentos, Josette Sheeran, considera que esta situación es equiparable a la del "canario en una mina". Es decir, es un indicativo de peligro. No obstante, a pesar de que en algún momento se llegue al tan ansiado equilibrio, las consecuencias para las clases más desfavorecidas habrán sido devastadoras.
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