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EL BLOC J.M. ESPARZA

El gafe del Sadar

Sin marcar un mísero gol, siempre se acaba sufriendo de una forma u otra el del rival, que mata así el partido

Actualizada Lunes, 21 de abril de 2008 - 04:00 h.

U NA decisión arbitral, a la vista salta, puede decidir un partido, pero a la hora de analizarlo es preciso reconocer que a lo largo de 90 minutos han sucedido muchas cosas más que la señalización de un penalti que nunca existió. En ninguna relación de resultados de la jornada vendrá reflejada la derrota ante el Deportivo como "Osasuna 0-Árbitro 1", algo que tampoco explicaría todo cuanto ocurrió en el Reyno de Navarra.

El problema es que a los rojillos se les fueron los puntos ante los gallegos con el mismo resultado, y casi idénticas causas, que ante el Betis y Recreativo. En esta ocasión no decidió un disparo de Mark González o un contragolpe de Sinama Pongolle, sino un Žpiscinazo" de Filipe en rápido contragolpe, una de las dos únicas maneras con que Lotina planteó la posibilidad de llevarse algo más que el empate (la otra, a balón parado). A pesar de ello, el problema no es por qué gana el Deportivo con una desafortunada decisión de Rafael Ramírez Domínguez, si no por qué no anota Osasuna los dos goles que necesitaba para ganar.

Definitivamente, al cuadro de Ziganda se le atraganta la cercanía del río Sadar, donde la falta de pegada le ocasiona verdaderos problemas, y más ante equipos como el coruñés que saben a que juegan y cómo hacerlo. Lotina ha mejorado sus tácticas defensivas, y las compensa más adecuadamente con sus recursos en ataque. No obstante, parecía que Osasuna gestionaba ante el Deportivo un planteamiento más acorde con las características del rival, aunque al final fuese a morir al mismo palo.

Lotina salió sin ningún complejo, con tres centrales y ocho jugadores dedicados exlusivamente a tareas defensivas, mientras que Osasuna lo hizo con la idea clara de no estrellarse contra esa muralla. Y a tenor de las ocasiones marradas, pareció que lo podría conseguir. La movilidad de sus delanteros descolocó por momentos las torres defensivas coruñesas, pero la falta de pegada invalidaba una y otra vez las tentativas. El tiempo empleado en preparar un balón para el remate final es el mismo que el contrario necesita para recuperar la posición, y así hay poco que hacer, especialmente con pasillos mínimos y estrechos.

Sin marcar un mísero gol, los rojillos siempre acaban sufriendo de una forma u otra el del contrario, que mata así el partido y termina por desbaratarles absolutamente. Además, esta vez poco ayudaron los cambios para desatascar el lío en que estaban metidos en el partido, y en el que ahora se ven de nuevo en la tabla clasificatoria.

No hay manera de salir a flote.


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