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JAVIER MARÍA PEJENAUTE

Primavera lluviosa

El paso hacia el verano ocurre en esta tierra de manera desconcertante, brusca y caprichosa

Actualizada Domingo, 20 de abril de 2008 - 04:00 h.
  • JAVIER M. PEJENAUTE GOÑI, CLIMATÓLOGO

E STAMOS teniendo un año metodológico peculiar y variado en cuanto al tiempo se refiere. El semestre otoño-invierno ha sido muy seco. El comienzo de marzo, en cambio, rompió la tendencia con la aparición de una ligera nevada del norte que dejó un ambiente muy frío, con sensación de retorno al invierno.

A finales de mes, un nuevo temporal de nieve y frío, originado originado por masas de aire procedentes de Groenlandia, deslució las vacaciones de Semana Santa; el deshielo posterior, algo rápido, dio lugar a crecidas de los ríos navarros. Curiosamente, casi pasamos de la sequía a la inundación. Y, recientemente, un temporal de suroeste, originado por una borrasca profunda, ha producido lluvias importantes, a veces, con momentos de mucha intensidad.

Y es que abril es un mes bastante seguro en lluvias y no es extraño ver abriles lluviosos, después de inviernos bastante secos. Nuestros mayores nos han dejado este dicho popular aplicable a lo que está sucediendo ahora: "En abril aguas mil y todas caben en un barril, pero si el barril se quiebra, ni en el mar ni en la tierra". Con este refrán querían decir que las borrascas normalmente no suelen ser muy potentes, sino borrasquillas de poca duración, aunque en número alto. Pero, en algunas ocasiones, las lluvias son muy intensas y prolongadas, debido a la llegada de fuertes temporales atlánticos; entonces, el barril se rompe y llueve a mares.

Entre los temporales lluviosos y los días fríos, se intercalan tiempos anticiclónicos con temperaturas suaves en las horas centrales del día, que se denominan veranillos y que dan lugar a los días más agradables del año, porque producen una sensación de calor y de alejamiento del invierno, dentro de meses todavía algo fríos. Eran nombrados el veranillo de la Encarnación hacia el veinticinco de marzo, el de las lilas a mediados de abril, y el de las rosas y del ruiseñor en la segunda quincena de mayo.

Este tiempo cambiante propio de primavera ha sido reflejado, a través del tiempo, por nuestros ancestros, que marcaron en el calendario las fechas de frío y calor, que no siempre se cumplían. A las irrupciones invernales de marzo, con días fríos y viento cierzo, les llamaban marzadas. Eran muy temidas las heladas por Santa Engracia o por San Jorge, días 16 y 23 de abril respectivamente, porque dañaban las viñas; también los fríos de primeros y mediados de mayo.

Estos cambios bruscos de tiempo, normales en primavera, son debidos a las características que la circulación de la atmósfera impone en esta época del año. Las menores diferencias térmicas entre los continentes y los océanos propician la formación de una circulación ondulada en altura que atraviesa Navarra, y da lugar, en un corto espacio de tiempo, a jornadas lluviosas, cuando llegan las borrascas atlánticas, y a días soleados al paso de los anticiclones, los antes citados veranillos.

Se dan tres tipos de situaciones que dan lugar a tres primaveras distintas. Si las dorsales anticiclónicas se afianzan y permanecen estáticas largo tiempo, estamos ante una primavera bastante seca y soleada, una especie de veranillo continuo, con temperaturas suaves y escasas lluvias. Si la circulación del oeste es más lenta, se suceden períodos más o menos largos en los que alternan las altas y las bajas presiones. Si, finalmente, las familias de borrascas atraviesan Navarra con gran rapidez, una detrás de otra, estamos ante una primavera lluviosa.

Esto último es lo que está sucediendo este año. La circulación lluviosa del oeste afecta a Navarra, debido a la retirada de los anticiclones subtropicales a zonas más meridionales y al descenso de las bajas presiones hasta nuestras latitudes. Se forma, de este modo, un pasillo por el que circulan los temporales atlánticos del noroeste, oeste y suroeste, que originan las precipitaciones. Estamos, sin duda, ante una primavera lluviosa, como las que eran frecuentes antaño, caracterizadas por el paso de las borrascas, que dan lugar a cambios continuos de tiempo. Y esto no ha hecho más que empezar, pues quedan todavía la mitad de abril, mayo y parte junio.

La primavera en Navarra es, por lo tanto, una estación puente hacia el verano. Su paso no se hace de un modo gradual, sino que se suceden tiempos contrastados de una manera brusca y caprichosa. Desconcertante, porque en unas ocasiones, da la sensación de aproximación al verano y en otras, de retroceso al invierno. Se puede pasar, en un santiamén, del calor sofocante a la helada, del día claro y azul a la borrasca, y del cierzo frío al bochorno suave. Ahora bien, conforme se acerca la estación estival, las temperaturas son más suaves por la mayor insolación recibida, lo que supone una salida, poco a poco, de los tiempos rigurosos. Que duda cabe que no es lo mismo una irrupción fría en marzo que en mayo. Pero, como todo esto sucede, ya sabemos, en tan corto espacio de tiempo, nuestro cuerpo a duras penas se adapta.


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