El pintor mexicano Antonio Gritón, afincado en el valle de la Ultzama desde hace dos años, muestra su personal visión de la pintura en cuarenta obras que expone en la Universidad de Navarra hasta el próximo día 26.
Los cuarenta cuadros de intenso colorido de Antonio Gritón (México D.F., 1953)parecen haber borrado las grises paredes del Edificio de Ciencias Sociales de la Universidad de Navarra. En las obras domina el verde del valle de la Ultzama, en el que Gritón reside desde hace dos años. El artista ha pasado de vivir en una ciudad como México D.F., de 20 millones de habitantes, a ser un vecino más del pueblo de Guelbenzu, de tan sólo trece habitantes. Su aterrizaje en Pamplona no es casual.
Primero llegaron sus hijos para estudiar en la Universidad de Navarra, y después se trasladaron él y su mujer, la pamplonesa Pilar Unceta, tras pasar 27 años en México.
El colorido de su obra resulta muy impactante. ¿En qué ideas se inspira a la hora de pintar?
Manejo dos planteamientos. El primero es religioso y desarrolla el concepto de fe que exploró Heidegger en sus estudios sobre San Agustín. Mi pintura es abstracta, pero en uno de mis cuadros represento la muerte de Cristo y esa obra la asumo como un acto de fe. El otro concepto se basa en una tesis del filósofo inglés John Berger, acerca de la contraposición entre la vida rural y la urbana. Berger dice que en las comunidades rurales reside la esperanza del ser humano. No son sociedades alienadas y conservan tradiciones del pasado, mientras las sociedades urbanas están mirando constantemente a un futuro que ni siquiera existe. Estás ahorrando para una pensión y ni siquiera sabes cuántos años vas a vivir.
Entonces prefiere la vida rural de Guelbenzu.
La ciudad es un centro de trabajo y consumo, nada más.
En sus cuadros está muy presente la naturaleza.
Lo primero que ves es el paisaje, pero en un segundo plano empiezas a percibir la cultura misma de las comunidades rurales.
Hace dos años que vive en la Ultzama. ¿Qué es lo que más le ha llamado la atención?
El alto nivel de vida de la gente que trabaja en el campo, porque en América el campesino es una persona po-brí-si-ma (lo remarca). Además, la zona norte de Navarra es muy privilegiada, por el tipo de tierra y las precipitaciones de lluvia. Es como un pequeño paraíso al que llegué de chiripa. Ya había visitado alguna vez el bosque de Orgui, pero jamás me lo imaginé como un lugar para vivir.
En la inauguración de la exposición, el pasado miércoles, organizó una "performance" en la que varios aizkolaris cortaban troncos al compás del sonido de las campanas de la iglesia de Guelbenzu. ¿Qué otras tradiciones navarras le han impactado?
Lo de los zanpanzar me resulta impresionantísimo. He detectado una especie de conexión entre las tradiciones vascas y la cultura prehispánica de México. La religión que existía aquí antes del cristianismo también se basa en el culto a la Madre Tierra. Ambas religiones son animistas.
En uno de sus cuadros escribe en euskera: "Hemen daude nire sustraiak" (Aquí están mis raíces).
Sí, desde que llegué he visto cosas que me han resultado familiares y además hay historias comunes, luchas compartidas por ciertos ideales. En México muchas lenguas indígenas están en peligro de extinción y a veces te encuentras con estigmas sociales; por ejemplo, que esté mal visto hablar cierto idioma. En el caso del euskera, a veces da la impresión de que no resulta políticamente correcto utilizarlo en ciertos medios. Antes de venir aquí, yo estaba trabajando por el nahuatl, una lengua prehispánica.
¿Le gusta pintar al aire libre?
Prefiero caminar un buen rato y luego ir al estudio con las ideas. En realidad, no es pintura de paisaje porque trato de traducirla a un lenguaje contemporáneo.
+ "CINCO APROXIMACIONES. EL PAISAJE ACTUAL". ARTISTA: ANTONIO GRITÓN. LUGAR: VESTÍBULO DEL EDIFICIO DE CIENCIAS SOCIALES DE LA UNIVERSIDAD DE NAVARRA. HASTA EL 26 DE ABRIL.
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