"Espero tener más suerte que Luis Aragonés", dijo Boris Izaguirre ayer antes de someterse a las preguntas de los estudiantes de la Universidad Pública de Navarra (UPNA). La tuvo. Durante una hora y cuarto el escritor provocó las risas de los presentes.
TODO estaba planeado. Boris Izaguirre quería ser escritor. Lo que no tenía claro era el camino. Ayer, en el encuentro que mantuvo con los alumnos de la Universidad Pública de Navarra (UPNA) fue desvelando aspectos de su biografía, que fue insertando en ese camino coronado por Villa Diamante, la novela con la que ha quedado finalista del Premio Planeta.
A pesar del recelo que confesó por la juventud de los presentes, y de lo lejos que los veía -"bueno, se os ve fantásticos, porque vais vestidos genial"-, el escritor y showman venezolano pronto conectó con las más de doscientas personas que abarrotaban el aula 9. "¿Que aquí se liga poco? ¿En serio? ¿Ninguno de vosotros se ha acostado con ninguno de vosotros?". Risas.
Él no tuvo tiempo de ir a la universidad. Siendo un chaval le mandaron a New Hope, Pensilvania, "donde Hillary lo pasa ahora fatal". "Ahí fui feliz y vi la nieve", señaló. Pero como es una persona con gustos muy caros, Izaguirre descubrió pronto que necesitaba un trabajo. Por eso aceptó lo de la televisión. Tenía 19 años. "¿Televisión? ¡Eso es de analfabetas!", fue su primera reacción. Acabó firmando el culebrón La Dama de Rosa, de gran éxito internacional, que le llevó a su vez a trabajar en la televisión gallega. Se quedó a vivir en Santiago de Compostela y allí conoció a su marido. En septiembre de 1997, vio en televisión Crónicas Marcianas y se dijo "Tengo que estar ahí dentro". Así fue. Tardó un año en llegar, pasando por Moros y Cristianos y La Ventana.
Los alumnos preguntaron muchas curiosidades de la etapa con Sardá. Por el Señor Galindo, por ejemplo. "Galindo era un señor encantador al que le encantaban las patatas fritas, ni se te ocurría coger una de su bolsa porque podía pasar algo muy fuerte". También le preguntaron quién le caía mal, pero no había respuesta, todo el mundo le cae bien, "hasta Esperanza Aguirre", aseguró.
En Crónicas comenzó a comentar la prensa rosa, con sus filias y sus fobias. "Tuve un éxito increíble criticando a Mar Flores", admitió. "Cuando apareció Marichalar con sus pantalones estampados ví que teníamos un elemento irrepetible".
El programa era en "directísimo", pero tenían una reunión diaria a las diez de la mañana. "Javier duerme poquísimo", señaló. "Siempre supe que quería escribir, pero también quería entender la tele desde dentro", dijo.
Otra fuente para ir formando su particular universo literario fue Caracas, el único lugar del mundo donde los periódicos tienen un suplemento de fiestas sociales como bautizos o comuniones. Él se colaba en las bodas de la alta sociedad y hacía crónicas de las fiestas. "He cogido mucho de eso para Villa Diamante".
Y se le quedó parte. Hace unas semanas, cuando se enteró que el Baile de la Rosa iba a girar en torno a la movida madrileña, llamó al ¡Hola! y les dijo que el cronista de aquello debía ser él. Les convenció, y allí anduvo. "No sabéis cómo es Ernesto (De Hannover), es la persona más divertida, simpatiquísimo", dijo ayer. Como había mucho "mariconeo", Hannover decidió ser la más loca, según atestiguó Izaguirre.
Y ahora ya se ha instalado en ese mundo de las letras. No quiere volver a la televisión. "Conozco a varios escritores y no son serios, son proclives a grandes borracheras, alguno incluso fuma canutos", apuntó.
Ahora anda metido en esta maquinaria de promoción del premio Planeta. Prepara nueva novela, pero no puede contar nada. Como cuando empezó con Villa Diamante. Al final tuvo que confesar a su marido que iba a presentarse al premio y éste, que es clarividente, le dijo: "Para qué, si vas a quedar finalista".
Y así, los presentes pudieron saber que se negó a correr el encierro este año, "pensé que iba a quedar muy gay"; que le fascina la sacristía rococó de la Catedral de Pamplona. "Antes de morirme tenemos que hacer un baile de la rosa ahí, es el salón de baile más increíble que he visto en mi vida", y que en la calle sólo se vuelve cuando le llaman guapo.
Y sí, que es así las 24 horas. Cuando se divierte es así. "En Caracas, en los 80, bailaba y a la tercera vuelta ya estaba quitándome la ropa para promover que nos acostáramos entre amigos, nunca he entendido eso de que no puedes acostarte con tu mejor amigo, al final acababa volviéndome a poner la ropa", señaló.
¿Y si no se hubiera dedicado a esto? Boris dio una respuesta doble: "Hubiera puesto un teléfono erótico", dijo, "pero me encantaría ser miss Venezuela".
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