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ARTISTAS AFINCADOS EN EL MEDIO RURAL>MARIJOSE RECALDE IGLESIAS PINTORA Y ESCULTORA

"Vivir en un pueblo ha sacado a la luz mi faceta de escultora"

"Crear requiere esfuerzo y concentración y no se puede estar todo el día saliendo y viajando porque se rompe el ritmo"

Actualizada Jueves, 17 de abril de 2008 - 04:00 h.
  • R. ARAMENDÍA . DICASTILLO

Marijose Recalde ("marijose todo junto, por favor") expresa su condición de artista visual con su sola presencia física. Color y forma están presentes en su atuendo, siempre cómodo y sencillo, tanto como en su pintura y escultura. Nacida en una gran familia con genes de Pamplona y Salamanca , vivió toda su infancia en Sartaguda, ya que su padre era el médico del pueblo. Con catorce años dio un salto que ha marcado su vida, fue a vivir a Pamplona y comenzó a pintar en serio.

También conoció a Juan Ruiz Sukilbide, su actual pareja y pintor, con el que ha compartido su trayectoria vital. Unos meses en Londres supusieron para Recalde la apertura a un mundo lleno de estímulos pictóricos que hasta entonces ni imaginaba. Con este bagaje sus estudios de Bellas Artes en Bilbao terminaron de forjar un estilo propio, en el que la figura humana es la única protagonista. Aunque copia modelos del natural, no es realista, ya que rostros y cuerpos se tiñen de colores vivos y trazos fuertes por su carácter nervioso, según confiesa. Después de estudiar, Recalde prefirió pensar en pequeño y aterrizó en Dicastillo hace 16 años.

¿Qué es lo que más recuerda de su niñez en Sartaguda?

Sobre todo la libertad. La infancia rural tiene una frescura especial por el hecho de que no hay límites, ni miedos, ni peligros. Eso te proporciona un tipo de felicidad que quizá no pueda tener un niño de ciudad.

Pero usted se fue pronto...

Sí, mis hermanos mayores ya habían salido y yo sentía también esa necesidad de búsqueda. Sabes que en el pueblo no está todo. Llegar a Pamplona, Londres y Bilbao fue valioso porque al salir yo pintaba como había aprendido en el pueblo, pero entonces conocí el trabajo de Chagall, Picasso o Matisse, por ejemplo, y descubrí que había otra manera de pintar.

Pero también volvió a escoger un pueblo años después.

Aunque en principio era algo provisional , para mi trabajo tiene ventajas como el espacio o la tranquilidad, a las que es difícil acceder en una urbe. También el pueblo me ha hecho evolucionar de una determinada forma como artista. Cuando llegué sólo pintaba y desde hace diez años hago también escultura. Empecé recogiendo materiales usados en los paseos por el campo y una vez que los tenía, comencé a trabajar con ellos. De ahí nació la escultura, algo que quizá en una ciudad nunca hubiera hecho por falta de espacio. Así que vivir en un pueblo ha sacado a la luz esa faceta.

Curioso que partiendo como pintora su mayor reconocimiento público sea como escultora.

Quizá haya sido así en los últimos tiempos, aunque también he expuesto mucho como pintora. Pero hay muchos más pintores que escultores y por eso nos buscan más a los segundos a la hora de programar muestras.

Pero también la escultura supone una atadura mucho mayor.

De nuevo es una cuestión de espacio, de volumen. Nunca he dado por definitivo que voy a vivir para siempre en Dicastillo, pero trasladar toda la obra que tengo aquí en casa es titánico. También a la hora de trabajar requiere mucha más dedicación que la pintura, absorbe mucho más. Por eso intento, no perder la costumbre de pintar.

Acaba de colocar su primera escultura en obra pública en las rotondas de Ezcaba.

Sí, El Vuelo me ha llevado un año entero de trabajo, aunque no dedicada sólo a eso, pero sí gran parte. Ha sido muy diferente, porque por sus dimensiones es la primera escultura que no he hecho entera yo sola, sino que la fabricación de las piezas y el montaje lo ha realizado una empresa.

O sea que pese a vivir del arte, también está tan atada al trabajo como un oficinista

Crear requiere mucho esfuerzo y concentración y por eso no se puede estar todo el día saliendo y viajando, porque se rompe el ritmo. Ahora he descubierto una fórmula, los cursillos, como el de grabado que acabo de hacer en Betanzos, que me permite salir, ver y aprender cosas nuevas y, sin embargo, seguir trabajando. Así, soñando sí que me gustaría tener más movilidad y pasar unos meses trabajando en un estudio en Nueva York o en un lugar exótico si al volver fuera como un Miquel Barceló, que tiene todo vendido. Los artistas reconocidos, si pueden, lo hacen.

¿Al final es el dinero lo que condiciona la felicidad humana?

Yo estoy contenta así. No ansío lo que no puedo tener. Vivo en la medida de mis posibilidades con mi trabajo. La elección de vivir en el campo también es algo práctico, porque es más económico.

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