La izquierda radical se hundió en los comicios de domingo y lunes, y tanto comunistas como verdes salen del Congreso
Los italianos volvieron a entregar el poder absoluto durante cinco años a Silvio Berlusconi, líder de la coalición de centro-derecha Pueblo de la Libertad (PdL), y le dan una segunda oportunidad, de nuevo histórica, para acometer la modernización del país y salvarlo de su desastrosa situación económica y social.
Con ocho puntos de ventaja sobre Veltroni, según las extrapolaciones del escrutinio de la pasada noche, el "Cavaliere" tiene ahora una gran responsabilidad. La incógnita es si estará a la altura.
Dejando en suspenso las valoraciones sobre la controvertida figura de Berlusconi, es una buena noticia para el país. Italia al menos contará con un Gobierno fuerte, abre un horizonte de estabilidad que necesitaba como el agua y despeja el fantasma del empate.
Voto últil
Era un riesgo real, según los sondeos. Pero los italianos han hecho algo más en unas elecciones transcurridas con bastante normalidad, para ser Italia.
Con un voto útil han dibujado un Parlamento de dos grandes partidos, una bipolaridad que supone una extraordinaria novedad para una política tradicionalmente fragmentada y caótica.
El nuevo Partido Demócrata (PD) de Walter Veltroni, surgido de la fusión de las dos principales formaciones del centro izquierda, ha superado la suma de los resultados precedentes y se ha afirmado como segunda fuerza política italiana. No ha vencido, algo que se antojaba difícil, pero sale airoso del reto. También habrá una oposición sólida. PdL y PD suman, con el apoyo de la Liga Norte y el partido del ex magistrado Di Pietro respectivamente, el 85% de los votos.
Las consecuencias de este fenómeno para los partidos menores, que no han querido agregarse al proyecto bipartidista, han sido terribles.
La izquierda radical de comunistas y verdes, agrupados en Izquierda Arco Iris (Sinistra Arcobaleno), se ha hundido del 11% al 3% y ha quedado fuera tanto del Senado como de la Cámara de diputados, una enorme sorpresa y tal vez el dato histórico más relevante de la jornada.
En resumen, por primera vez desde la posguerra desaparece la hoz y el martillo del Parlamento italiano. El tiempo dirá si es algo profundo y se cierra una época o ha sido una víctima ocasional del voto útil.
No hubo abstención
Los democristianos de la UDC de Casini, que ha roto con Berlusconi, han aguantado un poco mejor, con un 5% de los votos, pero no serán decisivos como pretendían y sólo han arrancado dos escaños en el Senado en Sicilia.
La otra señal interesante de los comicios es que no se produjo la abstención que se esperaba, dado el hartazgo del electorado de sus políticos.
La participación bajó tres puntos, pero siguió siendo muy elevada, superior al 80%, en la línea que ha mantenido Italia.
Si a alguien ha afectado es probablemente a la izquierda radical, cuyos votantes parecían los más desilusionados por el fracaso del proyecto unitario del centro izquierda, iniciado en 1996 con El Olivo y dado ahora por fracasado tras la caída del Gobierno de Prodi.
Así que Berlusconi regresa por la puerta grande. Ganó en 2001, pero pasó la legislatura sin grandes logros y más dedicado a resolver sus problemas con la Justicia.
Tras un paréntesis de 18 meses del endeble Ejecutivo de centro izquierda de Romano Prodi, el país regresa a sus brazos. En el fondo es obra suya. Su estrategia de salida en 2006 ha sido un éxito.
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