En la actualidad, un 56% de los 32.000 personas empleadas en el sector de la construcción tiene un contrato eventual
Sobre el cielo de la construcción planean los ecos de una crisis anunciada, pero debajo, a ras de suelo, miles de obreros se afanan en levantar paredes de ladrillo y tabiques de pladur. Nadie lo creería. Por ello, lo mejor es escuchar la voz de quienes trabajan en el tajo.
No se palpa aún la crisis de la construcción, pero hay nervios
L A hora del almuerzo en el tajo tiene el sabor de las cosas bien hechas. Nada de una mandarina trincada a hurtadillas frente a la pantalla del ordenador, ni de uno de esos cafés sorbidos con la desidia propia de la rutina y el desencanto de una máquina en erogación. En el tajo, ya a las nueve y media de la mañana, uno deja la paleta, el martillo, o lo que quiera que tenga entre manos, se baja del andamio y abre el táper de la tortilla, le quita el papel albal al bocadillo de chorizo, e incluso alguno remata la faena con un farias de vértigo. Ese rito diario del almuerzo es una ocasión óptima para conversar con los compañeros de obra sobre lo cotidiano de la vida. Y estos días, como en casi todas partes, en el tajo también se habla, y mucho, del posible bache de la construcción, aunque con la perspectiva de quienes tienen el ladrillo como medio para llevar el sustento a fin de mes a casa.
Una de las típicas chabolas metálicas que utilizan los trabajadores de la construcción para guardar sus útiles y almorzar, en los límites más alejados de la ciudad, allá por donde acaba la segunda fase de Sarriguren, fue el escenario natural para reunir un grupo y pulsar la crisis. Para llegar fue necesario atravesar un barrio de calles sin nombre y contemplar un hervidero de obreros y cascos que asomaban por ventanas, tejados y puertas; un collage de carteles de promotoras y constructoras que inundaban las paredes; y un cielo taladrado por decenas de grúas de colores que rivalizaban en altura. Y escuchar el run run de la obra.
"No se nota gran cosa"
Sentado en una silla, mientras apura su almuerzo, Antonio Ocón González, inicia la conversación. Lleva 27 años trabajando en la construcción y en la actualidad es gruísta con la categoría de oficial de primera. "No voy a decir que no se haya empezado a notar algo, al menos sí que hay un poco más de nervisiosmo entre la gente según se aproximan los fines de obra pues en este sector muchos trabajadores tienen contratos por duración de obra".
"Ese es mi caso", interrumpe Jarvy Saenz Castañeda. Es un joven colombiano de 32 años con una tez y ojos tan claros que uno se sorprende al no descubrir en sus palabras el acento propio de quien procede del este europeo. Pero no, Jarvy llegó a Navarra desde el país andino y lleva cinco años trabajando en el sector de la construcción. Los dos últimos, con la misma empresa. "Mis contratos han sido por obra, y la temporalidad siempre da un cierto miedo, aunque hay que tener confianza en el futuro. Si trabajas y haces las cosas bien creo que no hay que temer nada", dice.
"El que es bueno dura y el que no es bueno ni dura ni llega a fin de obra", retoma de nuevo la conversación Antonio Ocón, que presume de lodosano, aunque reside en Villava. "En Navarra, -prosigue-, los empresarios del sector llevan muchos años ganando muchísimo. Si entramos ahora en una fase en la que en vez de ganar quince van a ganar diez, tampoco es tan dramático. Lo que deben hacer es reinvertir los beneficios y aportar estabilidad al sector".
VPOs en el horizonte
En el último año, han sido nada menos que 32.000 los navarros que han trabajado en el sector laboral de la construcción. Hace tan sólo diez años ni siquiera llegaban a los doce mil. En el mismo período, las empresas constructoras se han multiplicado por tres. Ese espectacular desarrollo que ha experimentado en la última década la construcción no hubiera sido posible sin la mano de obra extranjera. Durante algunos años, casi la mitad de los trabajadores de la construcción en Navarra eran emigrantes, aunque actualmente esa cifra se ha estabilizado en torno al 35%. Sin embargo, ¿se va a poder mantener esa cifra de 32.000 trabajadores en los próximos años?.
"No hay que tener miedo -habla de nuevo Antonio Ocón-. Estó saldrá adelante, también hace quince años hubo un parón y esas cosas pasan. En Navarra no está tan mal la situación porque hay perspectivas de construcción de muchas viviendas gracias a la protección oficial. Hay planes de edificación en Burlada, Cizur, Barañain, Cordovilla, y en ayuntamientos de otros muchos lugares. Pero lo que las empresas temen es el parón de la vivienda de precio libre, que es donde más dinero han ganado".
Antonio Ocón introduce un nuevo punto de vista en la conversación, ahora que se negocia el convenio provincial del sector, y es el de los salarios. "Mira,uno de los efectos que ha tenido la entrada masiva de emigrantes al sector, algunos de ellos sin mucha preparación, es que se usa para tirar los salarios".
Jarvey, el colombiano, lejos de discrepar con esta opinión, la apuntala: "Es cierto que muchos emigrantes entran a la construccción porque es donde hay más posibilidades, pero sin intención de quedarse en ella mucho tiempo. Por eso, tampoco tienen mayor interés en aprender el oficio y eso sí que nos hace quedar mal a los que intentamos realizar de la mejor manera nuestro trabajo".
Los primeros parados
De momento, en el mes pasado sólo hubo 34 parados nuevos en la construcción, aunque son muchos los que piensan que en los próximos meses aumentarán esas cifras. Los candidatos a engrosarlas, como decía antes Ocón, son trabajadores que pertenecen a subcontratas y han firmado contratos por fin de obra. En esa situación contractual está Jesús, un arguedano que trabaja como encofrador y acumula más de 30 años de experiencia. Él sube de la Ribera con otros cinco compañeros. "La situación no pinta nada bien y aunque tengo experiencia, también tengo muchos años". "No te preocupes que en la Ribera no falta el sustento", le replica un compañero que pasa a su lado.
Con menor preocupación ve el futuro Ignacio Dueñas García, pamplonés de 45 años, de los que 17 ha trabajado en la construcción. "Pero es cierto que entre compañeros de otras obras hay quienes están más nerviosos al ver que se acercan los plazos de obra. Aquí hablamos todos, con todos los gremios y todos los días, y se ve que empiezan a preocuparse un poco", indica. No es para menos, porque el 56% de los trabajadores del sector de la construcción tienen contratos eventuales y según se aproximan los meses de verano es probable que algunos de ellos -esto se dice "off de record" en el tajo-, pueda irse al paro ya que de esa manera el empresario se ahorra pagar los meses estivales y los contrata de nuevo en el otoño.
De vuelta al tajo
José María Bayona Arnedo, también pamplonés de 45 años y peón especialista, comparte las opiniones que sus compañeros expresan sobre la percepción de la crisis. Mientras se prepara para regresar a su trabajo en el tajo, observa que fuera sigue la lluvia. "Lo bueno de este trabajo es que es muy variado, y te toca hacer un poco de todo, aunque haya que aguantar el calor y el frío, esta es una vida que nos gusta", asegura. Antonio Ocón lo corrobora, "yo comencé trabajando en una pastelería y aguanté un mes". El almuerzo ha terminado y también la conversación, así que cada uno regresa a su lugar en el tajo.
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