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CRÓNICAS DE ASFALTO FRANCISCO JAVIER ZUDAIRE

Mis besos con Hillary Clinton

Sueño lo mismo desde hace varios meses. He intentado eludir esta jugarreta onírica de la mente a base de una dieta de yogures, pero sólo he conseguido pasar hambre. No ha me ha servido como terapia.

Actualizada Domingo, 13 de abril de 2008 - 04:00 h.
  • OPINION@DIARIODENAVARRA.ES

E N el sueño estoy de presidente de mesa, o como órdigas lo llamen en los USA, en un colegio electoral. Hacia mí avanza Hillary con su porte de tanqueta del Ejército de Salvación, trae la papela en la mano y sonríe. Detrás camina un guardaespaldas, mitad vendedor de biblias, mitad primo de Schwarzenegger, cuadrado, un auténtico cubo de Moneo con traje oscuro y gafas de Zubiri.

Poco antes de alcanzar la urna, aparecen por una puerta lateral, sin que ella los guipe, Bill y Monica. Me doy cuenta del desastre que se avecina, si se encuentran con Hillary, y me pongo a cantar el chiqui-chiqui en spanglish: Dance chaikechaike: uán, la guerra-Irák; too, el sheriff-Búsh; zruí, el Laden-Bín; cuatro, el barrilazo... etcétera, para atraer su atención. Hillary se acerca, vota y me da dos besos asquerosamente puritanos con su torreta de marfil dental y me chapurrea que su partido is beautiful for los hispanos, y yo observo de reojo cómo Monica y Bill se escabullen por debajo de unas mesas, gateando con sonrisas de mininos de Lladró, y no puedo evitar un mal pensamiento -esta chica sigue en su línea underground-porque los sueños, como los precios, son incontrolables. Apenas abandona Hillary el colegio electoral, o como órdigas lo llamen en los USA, fiscalizo todos los recovecos. Algo me dice que la pareja no se ha ido, y cuando voy a mirar debajo de la última mesa, oigo una risa lasciva y americana, y me despierto con la incógnita. La electoral y la otra.

Es entonces cuando acaba el sueño y empieza la pesadilla. Porque vuelvo a la triste realidad de comprobar que las elecciones norteamericanas todavía no se han celebrado. Me recuerdan la obsesión de tener de por vida un examen suspendido, y encima de matemáticas, así que busco argucias para modificar el rumbo de las cosas, y siempre que sube la leche, siempre que nuestro Gobierno reitera que somos una Comunidad diferenciada, o sea, siempre, me esfuerzo en advertir signos o señales de que al fin ha girado el mundo, hemos recuperado la normalidad, las elecciones de los USAya están pasadas y podemos respirar tranquilos nuestra dosis de CO2 made in Kioto. Y no, no es cierto. Inevitablemente, debo admitir la parálisis histórica y vuelvo a quedarme con la impresión de que llevamos siglos con esta pelea de gallos del mismo corral demócrata. Obama y Hillary suman un millón de relojes consumidos en la bronca electoral que mantienen. Cuando comenzaron con sus caucus, o como órdigas se llamen esos rollos que se traen en los USA, en España teníamos una economía solbente(de Solbes), la construcción funcionaba, Mariano y José Luis eran potenciales presidentes, en la Iglesia mandaba Blázquez, el Ensanche tenía alguna calle no peatonal, el precio del barril de Brendt era razonablemente caro, la gasolina costaba más que el gasóleo, yo mismo peinaba más pelo, la niña de Rajoy tenía padre y un futuro por delante, los monjes salmodiaban su pena negra sin salir del Tíbet, Carla Bruni,¡ay Carla!, era patrimonio de la humanidad... Todo eso y mucho más ha cambiado y, sin embargo, esta pareja sigue en campaña, ganando aquí, perdiendo allá, en un país, o lo que órdigas sean los USA, con más esquinas geográficas y políticas que nuestras 17 autonomías. Que ya es, ya.

Tan largas campañas, claro está, dan tiempo a que broten en esa sociedad pacata, escandalizada por un destape epidérmico, ristras de políticos perdidos por la espita de la bragueta. Que si un gobernador, un senador, un presidente, un candidato, el sustituto del candidato., siempre dando cancha al sexo prohibido. El mejor, según lenguas nada académicas. Sólo recuerdo a Nixon, con la vena erótica de un jabalí de la cuenca, a salvo de lances amorosos. Se dedicó a espiar para conservar el poder, lo que, indefectiblemente, acabó en un apoteósico descalabro.

La otra noche, antes de acostarme, ingerí un yogur de frutas del bosque, pura fermentación colorante (no sabía que el packestaba caducado). Sus efectos alucinógenos hubieran acabado con Blancanieves, los siete enanitos, Caperucita y, aún peor, con el lobo, el único de especie protegida de esa banda. Bueno, pues, llegaron a mi sueño Hillary y su cachas tuneado de Armani, y en esta ocasión fue él quien se acercó a darme un beso. Me opuse, y el tío suelta: Es un beso puritano. Y yo: Quita, quita, ni puritano ni nada, siempre estáis con la fijación, y que sepas que voté al negro. Y va el armario panelado y me escupe un Fuck you que, gracias a mi spanglish, ni me entero. Como siempre, miro debajo de la mesa y, sorpresa, no son Clintony Monica: allí asoma(maldito yogur) Marilyn, pero me niego a ver con quién hace manitas, no derribaré más mitos de los USA. Al fin, me despierta la radio, y el locutor narra que Hillary luchará -¡hasta junio!- contra Obama.

¡Qué pesadilla! Tendré que vigilar las fechas de los yogures.


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