"Todo está elaborado para crear sensaciones. En este mundo estetizado, incluso las marcas crean sus propios aromas"
Casi 200 personas siguieron el viernes en el Civican las cavilaciones del escritor y periodista Vicente Verdú en torno a una cuestión que, al término de la conferencia, aún seguía flotando en el aire: ¿Hacia una cultura sin culto? Fue difícil que el público se marchara con alguna conclusión clara de esta cita de los Diálogos de medianoche, organizados por Caja Navarra y Diario de Navarra.
Verdú, considerado uno de los analistas sociales más prestigiosos-así le presentó Belén Galindo, del gabinete de comunicación de Diario de Navarra-, divagó en torno a los fenómenos que están forjando la cultura actual, más audiovisual que literaria; más extensiva que profunda; más "horizontal" que "vertical".
Columnista de El País, Vicente Verdú ha recibido premios de ensayo tanto por su visión de los cincuentones en Señoras y Señores (1998) como por su análisis de la sociedad estadounidense en El planeta americano(1996).
En su charla del viernes, comenzó por referirse a un aspecto clave de la sociedad actual: la necesidad de comunicación, "exacerbada por el aislamiento, el individualismo y el miedo constante al otro ". Lo ejemplificó con las webs sociales que pueden llegar a conectar a millones de personas que comparten "fragmentos de su vida".
Pero no se trata de una compañía "tradicional", como la que ofrecen la familia, la amistad íntima o la pareja para toda la vida. "Ahora se demanda una compañía que no comprometa tanto la propia vida, sino que esté particularizada en una afición o en un deseo", concretó.
Desde su punto de vista, esa red de relaciones entre internautas se ha convertido en una fuente más de conocimiento, como la que proporcionan los viajes u otras tantas experiencias que nos abren al mundo, función que antes acaparaba el libro en exclusiva.
El libro y lo audiovisual
"Antes, todo el saber estaba en los libros, mientras hoy la cultura está en manos de muchos otros medios, como el Google o los iPods", destacó Vicente Verdú. Y lanzó la siguiente pregunta: ¿es ésta una cultura culta?
Verdú, que pertenece a la generación del "culto al libro", comparó la experiencia del libro-profunda, intensiva y "vertical"-, con la del mundo de las pantallas, "superficial, extensiva y horizontal". Huyendo de diagnósticos catastrofistas respecto a lo audiovisual, sacó a relucir la faceta más positiva de la televisión: "Ella ha sido la que más ha hecho por crear una conciencia de humanidad y solidaridad, de pensamiento crítico respecto a las desigualdades", defendió.
A continuación indagó en el fenómeno del "culto a la cultura", que tuvo su origen en los años posteriores a la Revolución Francesa, -ligado a la "sacralización de los derechos individuales"-, y perduró hasta la llegada de las Vanguardias, a principios del siglo XX. Ese "culto a la cultura" se expresaba en el hecho de que los artistas, dedicados a expresar su subjetividad, eran considerados "seres creadores, semidioses". Sin embargo, el arte de hoy ha pasado a integrarse en el sistema del mercado, como un producto más que forma parte de la oferta general. "Es difícil distinguir dónde termina una obra de arte plasmada sobre un lienzo y un diseño plasmado sobre un pañuelo. Todo está elaborado para crear sensaciones", señaló Verdú. "En este mundo estetizado, incluso las marcas crean sus propios aromas". Contó que los locales de la cadena de cafeterías Starbucks se rocían con un spray para que todos huelan ingual y en la neoyorquina Madison Avenue se puede percibir el aroma de Sony. Cuando el modelo Silver Crown de Rolls-Royce comenzó a decaer en las ventas porque su olor había cambiado, entonces se reconstruyó el aroma del modelo clásico. "La realidad se nos muestra cada vez más elaborada y formateada. Ya no es algo crudo y desnudo". Es decir, antes tiene que pasar por el tamiz de las técnicas de comunicación para que el receptor la absorba eficazmente.
Verdú concluyó su intervención admitiendo el "desencantamiento" que ha ido viviendo el mundo desde que la razón se impuso sobre la magia y la superstición. Un proceso que, según apuntó el escritor, sólo se ha visto interrumpido por las utopías sociales que finalmente degeneraron en el "totalitarismo", bien fascista o comunista.
¿Hacia dónde vamos?
El debate que siguió a la conferencia de Vicente Verdú trató de buscar conclusiones a un discurso que en general pecó de obvio, inconcreto y disperso. Belén Galindo comenzó a tirar del hilo con la siguiente pregunta: ¿Hacia dónde vamos? ¿Qué sería lo deseable en la sociedad? "Ahora se está derivando hacia un énfasis en la inteligencia emocional", apuntó el escritor ilicitano.
Al hilo de esta cuestión contó una anécdota que había observado en Estados Unidos: una empresa de supermercados que contrata a actores cuya labor consiste en empatizar con los clientes. "Allí los centros comerciales son un aliviadero de la falta de comunicación y relaciones personales", destacó.
Una de las asistentes se dirigió a Verdú para resumirle su propia conclusión sobre la charla: "Nos creemos que somos libres, pero a través de la comunicación nos quieren hacer a todos iguales en función de una serie de prototipos. Una persona encerrada en una celda puede ser mucho más libre que otra que esté cómodamente sentada en un sofá".
Seguidamente, otro espectador trató de recabar la preferencia personal del periodista entre la cultura audiovisual y la del libro. "¿Con cuál disfruta más?", le preguntó. "Yo soy un producto del libro y lo que hago es escribir", admitió Verdú, que también ha trabajado como jefe de opinión y cultura en el periódico El País. "Pero veo que en el periódico una tercera parte del negocio procede de vender vídeos".
La siguiente pregunta trasladó el ámbito de reflexión al mundo educativo. "Es inconcebible que en las escuelas todavía no se enseñe a ver cine, publicidad o televisión de una manera crítica. Se crea un cisma entre la escuela y realidad, lo que está conduciendo a un fracaso global de la educación", opinó el autor.
A continuación, el debate volvió a trasladarse al periodismo cuando le comentaron a Verdú si los diarios habían dejado de leerse por lo politizados que están. "Los periódicos estaban muy politizados cuando pertenecían a un partido, pero ahora hay tendencias e inclinaciones. Es importante definir un periódico porque de esa manera conectas con una determinada clase de pensamiento en el lector", contestó.
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