E ODO tuvo aire de cosa vista más de una vez: el aplomo desenfadado de El Cordobés Díaz y su dominio de la situación; el desenfado aplomado de Rivera Ordóñez y su seguridad sin cuento; y en papel estelar, El Fandi, con su rebuscado, profuso y ligero toreo de capote en quites y brega, su pequeña muleta revolada y simple, sobre todo, sus dos tercios de banderillas. Tan apoteósicos como de costumbre.
Siete pares, siete, y el séptimo, en el sexto toro, atendiendo a una especie de improvisado plebiscito. Los dos tercios de banderillas acabaron con la gente puesta en pie, y el del sexto toro, con una puesta doble o por dos veces para recompensar, en la segunda levantada, la generosidad de El Fandi.
Se colgó el no hay billetes. Lucía sol de primavera y era sábado de feria. Había desertado parte relevante de los habituales en la dominante sombra de la Maestranza y eso saltaba a la vista de cualquier observador curioso. El público de sol y gradas tampoco era en apariencia el habitual.
Hubo una corrida de Torrestrella bastante buena. De mucha bondad, muy variada, con más fondo de lo previsto y de general buen juego. Muy dócil el primero de El Cordobés Díaz. Pidió la hora en banderillas cuando ya no pudo apenas y que, cuando no pudo ya más nada, se rajó y se murió pidiendo casi perdón. Un par de muletazos cambiados por alto fueron prenda de una faena sencilla como una pasta de té.
El segundo fue muy lindo. Un toro de los que en Torrestrella parecen como pintados a mano. Tuvo pocas fuerzas y echó por sistema las manos por delante. Rivera anduvo luego al toro pasa sin más. Un desarme antes de cuadrar, cuando el toro se empezaba a defender. Una buena estocada.
El Fandi sacudió el ambiente con una larga cambiada de rodillas en el saludo del tercero, que galopó. En banderillas, calentado por el reclamo a distancia y a solas por El Fandi, el toro volvió a galopar. A sus anchas El Fandi: un soberbio cuarteo primero con embroque en el balcón tras agitada marcha atrás, otro por derecho y un clamoroso violín de dentro afuera. Al público brindó El Fandi un toro que escarbó más de lo previsto, se vino de largo y repitió pero sin terminar de humillar, y, en fin, sirvió no poco.
Cuarto y quinto fueron los dos mejores de la corrida. El cuarto fue toro de ritmo, temple y bondad. Noble, con fijeza, suaves embestidas. Casi siempre por y para fuera El Cordobés en una faena de las de sol. Sin excesivas exigencias ni apuros. Buen trato tuvo el toro. El quinto fue vivo y algo desordenado, con tendencia a irse suelto, pero sacó la chispa justa de temperamento. Muy desganado Rivera, al aire del toro por sistema y sin apostar por él. La estocada fue excelente.
El sexto cobró un volatín completo de salida al enterrar los pitones. Dos puyazos. Cuatro pares de banderillas. De solemne celebración. Un cuarteo con el toro apretando a chiqueros fue el par de la jornada. El detalle, la gentileza de El Fandi de tomar del piso un clavel que acababan de arrojarle, besarlo y metérselo en el chaleco a la altura del corazón. Retumbó la plaza al cerrarse tercio. Y punto. En la muleta se apagó el toro y se apagó El Fandi.
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