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Rubalcaba, un político en estado puro

El ministro de Interior mantiene el cargo en el nuevo gabinete

Actualizada Sábado, 12 de abril de 2008 - 11:59 h.
  • AGENCIAS. Madrid

Hasta el último momento se mantuvo la duda sobre su continuidad, era conocida su preocupación por sus asuntos familares, su mujer ha perdido tres hermanos por enfermedad en el último año y Alfredo Pérez Rubalcaba quería dedicarle el máximo tiempo posible a acompañarla. Sin embargo ha podido su lealtad a la petición de Zapatero de continuar al frente de Interior, una cartera clave para un presidente que sigue empeñado en acabar con el terrorismo y sabe que debe hacerlo de manera muy distinta a su primera legislatura, cuando asumió esa lucha personalmente y confiando en la palabra de ETA y de su brazo político.

Rubalcaba es un político en estado puro, como ha demostrado sobradamente no solo en sus responsabilidades ministeriales sino en su trabajo de partido. Nació en Solares, en Cantabria, aunque ha vivido siempre en Madrid, donde estudió Ciencias Químicas en la Complutense, materia a la que se siente muy vinculado a pesar de su actividad política, no ha perdido oportunidad de ejercer como profesor de Química Orgánica de la Facultad madrileña en cada paréntesis entre ministerios. Ha trabajado en las universidades de Constancia y Montpellier y ha alcanzado cierta notoriedad en sus investigaciones de química orgánica. Otra de sus paciones es el deporte: madridista acérrimo y apasionado del atletismo, siempre ha asegurado que el día que deje la política quiere ser comentarista deportivo en algún medio de comunicación.

Pero es por encima de todo, y sobre todo, un hombre que vive con pasión la política y que cuenta con una privilegiada visión de la política. Tanto sus compañeros como sus adversarios reconocen su inteligencia en ese terreno, y la frase "Rubalcaba es capaz de cualquier cosa con la única ayuda de su teléfono móvil" es algo más que un dicho. Efectivamente ha conseguido cambiar varias veces el rumbo de las cosas con la sola ayuda de su móvil. Tiene sentido del Estado, se lleva sorprendentemente bien con sus adversarios políticos -mantiene amistad personal y leal con Eduardo Zaplana y con Javier Zarzalejos, por ejemplo- y tiene fama de "perverso" pero también de ir con la verdad por delante, sin dobleces.

Cuando Felipe González ganó las elecciones de 1982 Rubalcaba fue director del Gabinete Técnico de la Secretaría de Estado de Universidades, su primer cargo político, catapulta hacia una carrera fulgurante: Director General de Universidsades, Secretario General de Educación y, en 1992, su primera cartera ministerial: Educación y Ciencia. Apenas se mantuvo un año, pues en julio de 1993 Felipe González le nombró Ministro de Presidencia y Portavoz del Gobierno, el puesto en el que probablemente más disfrutó Rubalcaba.

A partir del 96, en la oposición, vivió todas las convulsiones internas que sufrió el Psoe hasta que un congreso extraordinario eligió Secretario General a Rodríguez Zapatero. A Rubalcaba le encargó las cuestiones relacionadas con el terrorismo, y de hecho fue quien negoció directamente con el gobierno en Pacto Antiterrorista. Cuando el Psoe volvió a ganar las elecciones en el año 2000, Zapatero le confió la portavocía del grupo parlamentario del Congreso, aunque dos años más tarde le quiso al lado, como ministro de Interior.

Es por tanto un ministro de continuidad. Sus retos no son fáciles: intentar poner punto final a la historia de ETA, estar permanentemente alerta a todo lo relacionado con el terrorismo islamistas, y la seguridad ciudadana. A corto plazo, inicia su nuevo mandato con un problema entre las manos: las demandas salariales de la Policía Nacional, que pretende que se le equipare laboralmente con las policías autonómicas.


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