"Hay historias muy apasionantes, pero lo que sostiene a la literatura es la degustación del texto"
Vicente Verdú (Elche, 1942) es poco amigo de rodear a la literatura de una aureola de grandiosidad y de situar a quienes han hecho de ella su profesión en una especie de olimpo. "Sencillamente unos tenemos habilidades para unas cosas y otros, para otras", dice el escritor y columnista de El País, periódico en los que ha ejercido los cargos de Jefe de Opinión y Jefe de Cultura.
Por eso, aunque el título de la charla que ofreció ayer en Civican estaba planteado entre interrogantes- ¿Hacia una cultura sin culto?- él tenía la respuesta clara. "La desacralización de la cultura es un camino democrático porque tiende a situar el proceso de creación a la altura de otras actividades laborales, y no distinguiéndola como algo casi sobrenatural", explicó ayer el valenciano, que ha publicado recientemente No ficción, su última novela.
Hacia una cultura sin culto. ¿A qué se refiere exactamente?
A que se ha tenido una idea muy sacralizada de los creadores. Su mismo nombre ya da idea de que no se les consideraban simples trabajadores. Es decir, mientras los demás se van a trabajar, los artistas se van a crear; mientras los demás tienen ideas, los artistas tienen inspiración. La Revolución Francesa trató de hacer una sociedad secularizada, y lo que era el culto a los dioses se trasladó al autor. Y las Vanguardias ya en los primeros años del siglo XX apostaron por una cultura sin culto y defendieron la idea de que todos somos artistas, o, dicho de otra manera, que el artista es un productor más. Sí, hace objetos que crean sensaciones, placer, preguntas, que producen un enriquecimiento de la vida, pero de la misma manera que otros nos la enriquecen con productos tecnológicos o de diseño.
Entonces, ¿dónde queda la función social del arte, la aspiración a cambiar el mundo?
Eso forma parte de la sacralización.
¿Y cuál es el papel de los grandes gurús de la cultura moderna?
Quien todavía trate de ocupar el papel de gurú quedan en una situación grotesca, ridícula. Creo que gentes como los que han promovido Google, Macintosh o el Ipod han sido tan o más creadores que estos que tan creadores se consideran. Ellos sí han transformado la vida, han ofrecido oportunidades de conocimiento y de comunicación, que son dos asuntos que tienen mucho que ver con el arte.
¿No es peligroso que, gracias a todas estas nuevas herramientas, cualquiera pueda erigirse en narrador del mundo?
La escritura es como otros oficios: requiere una instrucción y una preparación. Que todo el mundo esté escribiendo en la red no convierte sus obras en algo de calidad, igual que no es lo mismo rasguear las cuerdas de una guitarra que dar conciertos. Pero este nuevo panorama lo que sí favorece es la intercomunicación tan múltiple y tan extensa que se produce ahora a través de la Red, ya sea escribiendo o con imágenes. Y creo que éste es un cambio importantísimo. Es un fenómeno que ha sustituido a veces a la comunicación tú a tú, pero ha multiplicado muchísimo los túes.
Periodismo, literatura, blogs. ¿No se convierte para el lector en una maraña de límites difusos?
Sí, pero es que así es nuestra sociedad ahora. Antes las funciones estaban muy definidas. Hoy empiezas una carrera, luego trabajas en otra cosa, cambias de empleo, y de casa, y tienes una pareja y luego otra, y no eres del todo mujer ni del todo hombre. Esta mezcolanza general es un síntoma de nuestra sociedad.
¿Y es positivo?
Ni positivo, ni negativo, ni neutro. Es así. La sociedad evoluciona, como los animales. ¿Qué es mejor, la etapa de la crisálida o la etapa de la oruga?
Volviendo a la literatura, ¿por qué ha renegado del narrador omnisciente?
(Ríe). No reniego, pero sí me parece que en el momento actual, en que se pueden transmitir las cosas a través de tantos medios distintos, es ridícula la figura del narrador en tercera persona. ¡Si todos estamos viéndolo, a qué viene esa voz en off! No tiene sentido.
Ha escrito un decálogo con las diez reglas que debe seguir la novela moderna para sobrevivir. ¿No es un poco reduccionista?
Sí, claro, pero esto de hacer puntos es más cosa del periodismo. Y no son reglas, sino renglones. Yo quería sencillamente hacer un testimonio de la obviedad. La novela no puede ser la misma con o sin cine, como la pintura no ha sido la misma con o sin fotografía, y ha ido buscando formas con las que expresarse específicamente. Por ejemplo, con el Impresionismo estábamos aceptando que un cuadro no tiene por qué reproducirnos un paisaje, porque eso lo hace mejor la fotografía, sino que la pintura era una expresión del interior, una comunicación más íntima. Igualmente, la escritura no puede comportarse de la misma manera que si no existiera el cine y todas las demás formas de contar algo. ¿Por qué en vez de emplear 20 páginas en describir el rostro de la amada no nos centramos en lo que siente la amada? Eso en una imagen se insinúa, pero un escritor puede penetrar más en el interior.
¿La novela actual española peca de este ombliguismo que apunta?
La española y la no española. Los novelistas se han creído los reyes de la creación, y han enfatizado mucho ideas como que la novela nos hará libres, que la novela nos salva, que nos da otras vidas, y que contribuye al desarrollo de no sé cuántas facultades humanas. Y en fin, primero habrá que ver si la novela es buena o es mala. Coincide muchas veces que los novelistas que están reproduciendo los cánones de la novela del siglo XIX son, a su vez, de ese siglo. De alguna manera, son gente con un pensamiento un poco vetusto, repudian las marcas, les horroriza el consumo, les aterrorizan los coches, la circulación. Parece que se sentirían más cómodos viviendo 100 años atrás.
¿Este decálogo ha molestado a otros autores?
Sí, claro que ha molestado. Yo, sinceramente, no quiero entrar en polémicas.
¿Por qué no le parece legítimo que una novela se convierta en una película?
No es que no me parezca legítimo, es que creo que no se puede llevar al cine el valor del texto de un libro. Hay historias muy apasionantes, pero lo que creo que sostiene a la literatura es el valor del texto, la degustación del texto. Ahora, si además es una historia bellísima, pues mejor todavía.
¿Qué papel juega el periodismo en este panorama?
El periodismo es muy importante porque este es un mundo de comunicación. La realidad que recibe el receptor es la que le transmiten los medios.
¿Qué futuro le espera a la prensa escrita?
La desaparición, por supuesto.
¿No cree en el valor añadido del tacto del papel en la mano del lector?
No, en absoluto. Eso es una melancolía.
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