E N la "idea de España" que el candidato Zapatero desarrolló ayer en el Congreso no había ni la menor idea del régimen local. El inminente jefe del Ejecutivo repetía los términos cada pocos minutos, hasta sonar como el final de los anuncios de la DGT: "Gobierno de España".
Nada que reprocharle. De qué. España es una referencia obligada para quien aspira a dirigir los destinos del país durante los próximos cuatro años. Lo extraño es que en el amplio contenido de la "idea de España" no hubiera un hueco para la vida política de los municipios españoles y de sus regidores. Después de una hora y veinte minutos sin callar, todavía se hace más lacerante el olvido del candidato. Los ayuntamientos no existen para las preocupaciones de un discurso de investidura en la mente de Zapatero. Ni al aspirante al cargo ni al equipo de ideólogos del texto, redactores del borrador y correctores de la copia final se les ocurrió una idea de lo que luego llaman esencia y carácter de la democracia, colchón de las reivindicaciones ciudadanas, genuina escuela de política y otras maravillas que se les atropellan en la boca cuando van de visita a una casa consistorial o reciben en la Moncloa a un alcalde. Entonces, el presidente del Gobierno de turno agota todo su repertorio municipalista, igual que Sabina cantó el suyo en aquel bar donde le dieron las once y las doce y todas las horas de la felicidad.
"Entes locales" en boca de Zapatero, los ayuntamientos no podían faltar ayer en la exhaustiva enumeración de instituciones, organismos y entidades llamadas a colaborar para hacer frente a la crisis económica en sus versiones oficiales de "desaceleración" y "acusado ajuste". También habrá que considerar, dijo el candidato, las necesidades de comunidades y ayuntamientos con más inmigración. Y, en fin, una, dos y tres: la tercera y última referencia municipal de la mañana (20 segundos) fue para la "necesaria reforma estructural" de la financiación, reforma que aflora en cada discurso de investidura del Congreso, igual que todo presidente del Senado alude en su discurso, cada cuatro años, a la urgente reforma de la Cámara para darle utilidad.
Y hasta la próxima, que será dentro de cuatro años si se cumplen las previsiones. Mientras tanto, sus señorías debatirán nuevamente sobre la elección de alcaldes y otras cuestiones olvidadas ayer.
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