Esta pamplonesa tenía que ingresar el pasado lunes a las 5,30 de la tarde para someterse a su tercera operación de reconstrucción de mama. El mismo lunes, a las 3 de la tarde, le dijeron que no fuera, que suspendían su operación.
Chelo Erce Iglesias, vecina del barrio pamplonés de la Chantrea, tiene 52 años y el pasado lunes tenía previsto su ingreso en el Hospital Virgen del Camino. A primera hora del martes iba a ser sometida a una tercera operación de cirugía plástica con el objeto de reconstruir su mama derecha. A Chelo Erce se le detectó un cáncer en 2004 y, aunque no es habitual tres operaciones de reconstrucción, en su caso se han dado una serie de circunstancias.
Chelo Erce es hija única. Su madre es dependiente y su única hija trabaja en Madrid. El lunes, su hija había llegado a Pamplona con el correspondiente permiso laboral para acompañar a su madre. Rondaban las tres de la tarde cuando sonó el teléfono.
¿Quién le llamó y qué le dijo?
Era un administrativo del servicio de Admisión del hospital. Me dijo que no fuera a las 5.30 a ingresar porque se había suspendido mi operación por falta de camas.
¿Cómo reaccionó?
Pues me enfadé porque mi hija se había venido desde Madrid, porque tenía todo preparado para que cuidaran a mi madre, porque tenía la maleta hecha y, sobre todo, porque yo estaba preparada psicológicamente para una nueva operación. Lo del cáncer fue hace cuatro años y aún estoy con ello a vueltas. De hecho, se me debía haber operado en septiembre u octubre, pero fui desprogramada por un fallo informático. No me dejan olvidarme del cáncer. Por todo eso, no quise quedarme con los brazos cruzados.
¿Qué hizo?
Primero, le pedí al administrativo hablar con el jefe del servicio de Admisión. Le expliqué que en mi caso no era una simple cirugía plástica, sino que mi caso lleva detrás una importante carga emocional. Sin embargo, me reiteró que se desprogramaba mi operación por falta de camas. Con todo, me presenté en Admisión a las 5.30 de la tarde, tal y como estaba citada. No quería que luego dijeran que no me había presentado.
Una vez allí, ¿qué ocurrió?
Tuve un encuentro tenso con el jefe del servicio de Admisión. No ingresé. Pero a esas horas, con toda la tensión que llevaba dentro, la impotencia que sentía por no haber podido ingresar, se me presentó un cuadro de ansiedad en el mismo hospital. No podía controlar el llanto. Tengo que decir que soy una persona con una depresión muy estabilizada, como muchas otras personas en esta sociedad. Sólo se me presentan los cuadros depresivos en situaciones muy límite. Entre mi hija y una enfermera, que se portó de maravilla, me llevaron a Urgencias.
¿Acabo ahí su odisea?
No. Al día siguiente volví al hospital. Según me dijeron habían desprogramado la operación de otras cinco o seis operaciones. No sé qué han hecho las otras, pero es que yo estoy cansada. Acabé en el despacho del director de Virgen del Camino, Fernando Boneta. Me recibió y fue la única persona que me atendió con toda la sensibilidad que se le puede pedir a una persona.
¿Le dio fecha para operarle?
No, pero si me llaman mañana para ingresar, me parece bien, pero el daño que me han originado hasta hoy no me lo quita nadie.
¿Y sabe si es legal avisar tres horas antes a un paciente de que se le desprograma una operación?
Ellos aluden que esperan hasta última hora para ver si hay una habitación. Es su explicación. Me la puedo creer, pero no me parece el procedimiento más correcto. A lo mejor hay quien salta de alegría, pero a quien tiene la necesidad de terminar con un tema que ya dura cuatro años, como es mi caso, no me hizo ninguna gracia. Al revés, me ha desequilibrado.
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