Caminar a Javier antes de la década de los 80 resultaba muy duro por la gran "panzada" de kilómetros que había que recorrer en dos días y la mañana del Vía Crucis del domingo. Entonces, el peregrino tenía que cargar con una mochila que llenaban a tope de comida las madres, y que más de la mitad regresaba de nuevo a casa.
Hoy, los kilómetros son los mismos, pero se hacen más llevaderos. Todos, o la gran mayoría de los pueblos de la Ribera prepara un dispositivo especial de acompañamiento. La intendencia se organiza con dos, tres o más vehículos -según el número de personas del grupo-, donde se trasladan las mochilas. También hay un equipo de mantenimiento que se encarga de preparar las comidas, y en el trayecto, al peregrino se le acerca el agua, dulces o alimento para reponer fuerzas. Pollos asados con patatas a la panadera, lomo con tomate, rancho y paella serán los ingredientes de los de Ribaforada estos dos días.
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