La bajísima audiencia de la serie de la BBC "Robin Hood" (La Sexta) contrasta con el éxito que ha obtenido en Gran Bretaña. Es un batacazo injusto, pero trasladar esa figura al público español es tan incongruente como pretender hacerlo con Curro Jiménez en inglés
N O todos los batacazos televisivos son justos. De hecho, muchos son radicalmente injustos. Un buen ejemplo de estos últimos es Robin Hood, la serie de la BBC que La Sexta empezó a emitir en enero y que está pasando sin pena ni gloria o, para ser más precisos, con mucha, muchísima pena. Este viernes no llegaba al medio millón de espectadores (3,7%). Es su cifra mínima, pero las emisiones anteriores tampoco han sido para tirar cohetes.
La bajísima cifra contrasta con el éxito enorme que el producto ha conocido en Gran Bretaña. Tampoco guarda proporción con la calidad objetiva de la serie, que es bastante alta. Cierto que esta reconstrucción en tono posmoderno (con perdón) del arquero del bosque puede resultar un poco incomprensible para el público ajeno a la atmósfera británica: es un héroe tan local que los trasplantes rara vez salen bien. Robin Hood fue consagrado para la literatura por Walter Scott (1819), Dumas (1863) y Howard Pyle (1883), pero el personaje aparece en relatos y baladas populares desde el siglo XIV: es una figura permanente de la cultura popular inglesa.
Para esa tradición cultural, la figura de Robin Hood es algo parecido a lo que para nosotros pueda ser cualquier proscrito del bosque, desde el bandolero de Sierra Morena (Curro Jiménez, por ejemplo) hasta el bandido Fendetestas de Fernández Flórez (magníficamente interpretado por Landa) o el tópico guerrillero del XIX: se trata de figuras más colectivas que individuales, que marcaron una larga época y que de algún modo representan una veta importante del imaginario social. Más extensamente, responden a lo que Jünger llamaba el "Emboscado", que es una figura muy típicamente europea.
El caso es que si la figura es europea, y por tanto transnacional; sin embargo, sus encarnaciones concretas -físicas o literarias- siempre son muy locales. Esta serie de La Sexta es un buen ejemplo de eso: una variación sobre Robin Hood, héroe popular inglés, concebida deliberadamente para un público que de antemano experimenta algún tipo de afectividad hacia el personaje.
Pero trasplantar eso al público español es tan incongruente como pretender que Curro Jiménez pueda arraigar entre el público inglés, por ejemplo. Hay ciertos relatos que sólo se saborean a fondo en lengua local. Lo que sorprende es que, desde los lejanos tiempos de Sancho Gracia en TVE, ninguna cadena ni productora españolas haya movido un dedo por hacer con figuras nacionales lo que la BBC ha hecho con Robin Hood. ¿Quién se acuerda aquí del Cid, de Bernardo del Carpio o del conde Olinos, por ejemplo? ¿O de la expedición de 1803 contra la viruela, por poner un ejemplo más moderno, positivista, solidario y "periférico"? Brindo la idea a La Sexta.
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