El nombre de diciembre tiene su raíz latina en diez, noviembre viene de nueve, octubre significa octavo y septiembre indica siete...También se sabe que marzo viene de Marte, dios de la guerra o que a mayo se le adjudica el nombre de la diosa primaveral Maia. Pero ni octubre es el octavo mes del año ni noviembre el noveno y menos el décimo mes es diciembre. ¿Es que a los romanos les faltaba un par de meses? Más bien se asegura que los incorporaron tarde, cuando pensaron que si el ciclo de las fases de la luna duras casi 30 días, se podría partir un año en 12 meses. A efectos prácticos enero y febrero eran como un periodo de hibernación para los romanos porque, sencillamente con frío, barro y nieve, ni la tierra proporcionaba frutos ni los caminos estaban como para que las legiones saliesen a guerrear.
El capricho de un día más. Pero la historia es más rica y curiosa. Se dieron cuenta en la Roma de Julio César que midiendo lo que tarda la tierra en dar la vuelta al sol su calendario acumulaba 87 días de retraso, por lo que cada año se olvidaban de contabilizar seis horas sobrantes. Sin embargo, a grandes males grandes remedios: en el año 45 antes de Cristo decidieron que ese año durara 450 días. Fue el llamado año de la confusión.
Hubo más. Para no volver a perder días, se adoptó la norma de añadir cada cuatro años un día al joven febrero. Lo colocaron el sexto día antes de las calendas de marzo ( Bis sestus ante calendas) . Puestos a tocar el calendario, Julio César le arrebató un día a febrero para que su mes, el de julio, fuese de los grandes (31 días) y para no ser menos lo mismo hizo Augusto con agosto por lo que febrero adquirió una singularidad: se redujo a 28 días excepto en año bisiesto.
Sin embargo en el siglo XVI el Papa Gregorio XIII afinó aún más. El cómputo cronológico del calendario juliano despreciaba 11 minutos y 14 segundos por año por lo que el Papa optó por poner al mundo en hora de una vez y del 4 de octubre de 1582 se pasó al 15 de octubre. Y además, para establecer un ajuste más preciso, decidió eliminar tres años bisisestos cada cuatro siglos. ¿Motivo? El movimiento de traslación de la tierra alrededor del sol dura 365, 2422 días, no 365,25 como calculaban los romanos por redondeo, de ahí el desfase de 11 minutos por año.
Para establecer una regla determinó que, en efecto, fuera bisiesto cada cuatro años de forma que el año que puede ser dividido exactamente por cuatro suma un día más, pero dejarán de ser bisiestos los años terminados en dos ceros que no fuesen divisibles por 400. Por ello el 2000 fue año bisiesto pero no lo será el 2100.
Es la implantación del actual calendario gregoriano la que explica algunos caprichos de la historia como el de Santa Teresa fallecida el 4 de octubre y supuestamente enterrada el día 15 de 1852.
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