"Documentos TV" ofreció el martes un documental sobre Second life, esa segunda vida virtual donde cada cual puede construirse un personaje y un universo a medida. A pesar de ser un buen producto, fue lo menos visto de la noche.
L O menos visto de la noche del martes -ya es decir- fue un reportaje de La 2: el que Documentos TV dedicaba al mundo virtual de la second life, esos lugares imaginarios creados en Internet y que le invitan a uno a llevar una vida que no es la suya. El reportaje -una buena pieza documental de casi una hora- se llamaba Sólo se vive dos veces y venía firmado por la televisión pública australiana (Australian Broadcasting Corporation).
Second lifees realmente una segunda vida: uno paga por entrar, construye un personaje (avatar, se llama) y, a partir de ese momento, puede recrear desde su ordenador una existencia imaginaria incluso en sus paisajes y ambientes; en ese mundo hay otros que hacen lo mismo, y del cruce de vice-vividores nace el universo de la segunda vida. Esto lo inventó en 2003 un señor que se llama Philip Rosedale y que aún no ha cumplido cuarenta años. Desde su cuartel general en los laboratorios Linden, de San Francisco (USA), más seis mil servidores informáticos sostienen, veinticuatro horas al día, un país cuya población nunca baja de 20.000 personas: esa no es la cifra media de la gente que está sumergida en Second Life -el número total es muy superior-, sino de la gente que está ahí al mismo tiempo. ¿Y qué ofrece Second Life para atraer a tanto personal? Precisamente eso: la posibilidad de llevar una vida distinta a la de verdad, aunque sea por la vía interpuesta de ese muñequito, el avatar, en el que hemos puesto nuestra nueva identidad.
Estos alardes de vida que no es dan mucho que pensar. Hoy estamos tan sumergidos en el universo virtual que ya casi nos parecen cosas cotidianas: "un avance más", decimos, y nos quedamos tan panchos. Pero su enorme alcance se entiende mejor si uno se sitúa fuera de esta ciberosfera que nos rodea como una capa atmosférica más y trata de mirar el asunto con los ojos de alguien ajeno a ese mundo (un bisabuelo nuestro, por ejemplo). Para esa mirada, la que está lejos de la ciberosfera, la Second life tendría una significación bastante oscura: algo así como "uno que no está a gusto con su vida, se inventa otra imaginaria para gozar"; ahora bien, este es un ejercicio que roza lo demencial, como cualquier mitomanía.
Por supuesto, los hombres siempre han soñado con ser lo que no son; la historia de la Literatura lo debe casi todo a esa insatisfacción perpetua de la condición humana. Pero en la Literatura, como en todas las artes, hay una voluntad de creación, una riqueza estética -en definitiva, una calidad- que es precisamente lo que la eleva, lo que la hace superior al mero sueño fantástico de un individuo frustrado. Aquí, sin embargo, sólo aparecen el sujeto cualquiera y su insatisfacción. Porque ésta permanece, pese a Second life.
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