Psicólogos y terapeutas familiares debatieron sobre si el cuidado de los nietos aporta felicidad o es una carga
Voluntarios del Teléfono de la Esperanza. Sentados (de izda a dcha): Pedro Berástegui Jimeno (maestro y psicopedagogo jubilado), Esther Sanzberro Iturriria (psicóloga y terapeuta familiar) y Clara Garde Agudo (maestra de Infantil jubilada), con algunos de los asistentes a la charla que organizaron ayer sobre abuelos y nietos.
Jesús GarzaronLa abuela vestida de negro, como una anciana aunque tuviera 60 años y distante con los nietos, no tiene nada que ver con los abuelos de hoy. Los taxistas que llevan a los niños a las actividades extraescolares, las cocineras que les preparan sus purés de frutas y verduras y los “cómplices” que les regalan chucherías, a veces a escondidas de sus padres, cuando van a verles a sus casas. Sobre la relación entre abuelos y nietos, la felicidad o la carga que supone su cuidado, se debatió este domingo en Baluarte. Lo hicieron tres voluntarios del Teléfono de la Esperanza: Pedro Berástegui Jimeno, maestro y psicopedagogo jubilado; Clara Garde Agudo, maestra de Infantil también jubilada; y Esther Sanzberro Iturriria, psicóloga y terapeuta familiar. Y lo hicieron ante un público formado por personas de diferentes generaciones (padres, hijos y nietos). La cita tuvo lugar en Expofamily, feria de familia organizada por Diario de Navarra, que concluyó este domingo por la tarde en Baluarte y a la que han asistido miles de personas desde el viernes.
Pedro Berástegui, de 65 años y abuelo de tres nietos (de 7, 4 años y 10 meses) y Clara Garde, de 68 y con nietas de 4 y 2, coincidieron en que para ellos ser abuelos es “volver a vivir la paternidad” y un “auténtico regalo”. “Uno se entera de que ha sido padre cuando es abuelo y se quiere a los hijos en los nietos. Se trata de una segunda oportunidad de vivir porque con los hijos se va muy deprisa”, apuntaba Berástegui. “Para mí es una bendición. Con una sonrisa de mis nietas ya tengo mi dosis de felicidad diaria. Creo que estoy viviendo un tiempo de gracia junto a mi marido”, añadía Garde. Y los dos incidieron en que, estar con sus nietos, es “el mejor ratico de la semana”. “Como dice el bolero, si tú me dices ven...”
La terapeuta familiar Esther Sanzberro planteó a los ponentes y al público una disyuntiva. “A vosotros, ¿cuidar de vuestros nietos os pesa u os hace felices?” En lo todos coincidieron en que ser abuelos ‘a jornada completa’, cuidar a los nietos doce horas al día de lunes a viernes, es “agotador”. “Cuando trabajaba en el colegio, había una abuela que venía todos los días. Y una vez me dijo: ¡Mis hijos me han dado vacaciones! ¡Me voy una semana a Benidorm!”, criticaba Garde. A este respecto, Sanzberro insistió en la importancia de la comunicación. “Hay abuelos que no expresan a sus hijos cómo se sienten. Habría que plantear la situación”.
Algunos de los asistentes, de entre 60 y 70 años, se reconocieron como “la generación del agradado”. “Nos han educado así. Primero quisimos agradar a nuestros padres y ahora, a nuestros hijos. Pero tenemos que aprender a pedir y a decir no”.
Animaron a “no llenar el vacío existencial” con los nietos sino con otras actividades (conciertos, clubs de lectura...) y a estar alineados con la tendencia educativa que marcan sus hijos. Los abuelos, concluyeron, son el pilar económico y afectivo de las familias: un regalo para los nietos y un descubrimiento de tradiciones. Hoy y ayer. Aunque vistieran de negro y fueran muy distantes.
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