Es un punto, un solo juego del segundo parcial. Algo prácticamente insignificante en el cómputo global de un encuentro. Pero no en este.
Porque es un momento que cambia radicalmente el signo de un partido.
De no encontrar las soluciones y estar desbordado por Del Potro a meterse en la final y conseguir derrotarle para dar a España nada más y nada menos que su quinta "Ensaladera". De estar sin ideas sobre la pista a alcanzar la gloria sobre la tierra batida de La Cartuja y vencer por 1-6, 6-4, 6-1 y 7-6(0). Porque partidos como el deayer hacen aún más grande a un tenista irrepetible como Rafa Nadal, que ganó por enésima vez a base de épica, orgullo, mentalidad y talento en más de cuatro horas de partido.
Cada derecha del argentino destrozaba al español en el primer set. Y se tradujo en el marcador. Con un parcial de 7-0, el tenista al que doblegó Ferrer cerró la manga y se adelantó en el segundo parcial.
Un juego decisivo
Los tiros del español eran demasiado cortos. Sufría muy retrasado en la pista y su oponente jugaba a placer. Estaba bloqueado, era incapaz de conectar tiros ganadores. Pero con 40-0 para el argentino y 1-0 a su favor, revivió gracias a su mentalidad inigualable. Era una ocasión ideal para cambiar. Tenía que ser el instante de apretar a Del Potro, ir poco a poco metiéndose en la pista y, sobre todo, coger una confianza desaparecida durante todo el acto inicial. Y así lo hizo, gracias a un juego que cambió totalmente el partido.
Además, después de una hora y 23 minutos, ganó por primera vez su saque. A partir de ese momento, el choque se igualó. Con cada jugador muy sólido con su servicio, el partido se movía envuelto por la tensión y los nervios propios del momento. "¡Vamos", rugía Nadal. "¡Vamos!", se decía el balear para animarse y celebrar los puntos. Y con el "¡Vamos!" del español, que atravesó cada grieta de la descuidada Cartuja y rebotó provocando el estruendo en la pista, celebró un remate perfectamente llevado a cabo que le permitía igualar el duelo a un set.
Había conseguido lo que hacía pocos minutos parecía imposible: resucitar en el partido, mantenerlo vivo. Y una vez logrado su objetivo, Rafa se soltó. Y su tenis fue a más. Soltó sus derechas con muchísimo efecto. Su revés fue más profundo y supo intercalarlo con el cortado.
Además, su servicio comenzó a funcionar mejor y sus piernas volaron para llegar a cada esquina de la pista. Ante ese panorama, poco pudo hacer Del Potro, que presenció como el balear le devolvía el recital de la primera manga.
Juegan las hinchadas
Con dos sets a uno, y 2-0 a su favor, la incansable afición argentina paró el partido y a Nadal. Y consiguió su objetivo: hizo revivir al tandilense, que empató el partido. Porque en la Copa Davis juegan las aficiones.
Y no solo eso. Consiguió que Del Potro le diese la vuelta a la manga y se colocase 5-3. Lo tenía todo a su favor. Estaba mejor que el manacorense y con una posición privilegiada para llevar el encuentro al parcial definitivo.
Como en el segundo acto, cuando peor estaba el de Manacor se vino arriba y conectó sus mejores golpes. En una muerte súbita perfectamente jugada por el español, donde se le vio emocionado en los últimos puntos, cerró la final. Como suele ser habitual en los momentos vitales de los choques, el de Manacor demostró su grandeza sobre tierra batida y otorgó a España su quinta Ensaladera. Es Rafa Nadal, un tenista único. El rey absoluto sobre tierra batida.
4 horas de duración tuvo la final de ayer.
32 Copa Davis tiene EE UU, el equipo número 1. España es la quinta.
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